• lunes, 09 de diciembre de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

La peste del 3 por ciento

Por Esther Esteban

Sabíamos que en Cataluña había "mordidas", lo sabíamos, no sólo lo intuíamos, porque era un secreto a voces.

Un secreto del 3 por ciento, vinculado a Convergencia sobre el que se levantaron todas las alarmas cuando Pascual Maragall, en la sede del Parlament, destapó la caja de los truenos con aquella famosa frase "ustedes tienen un problema y ese problema se llama 3 por ciento". El socialista fue obligado rápidamente a retirar su afirmación porque Artur Más le amenazó con no apoyar el Estatut que, al fin y al cabo, era el gran cometido del tripartito. "Es muy necesario que entre ustedes y nosotros siga existiendo un cierto círculo de confianza política", le dijo. Maragall se retractó y menos de un año después Artur Más pactó el Estatut con Zapatero en la Moncloa. Ese fue el precio de correr un tupido velo sobre el asunto.

Las componendas políticas son lo que tienen. Si se acuerda el "hoy por mi y mañana por ti" puede suponer un respiro temporal pero, ya se sabe que los cadáveres se pueden esconder en los armarios un tiempo pero, al final, se descomponen y su hedor termina por descubrirlos. El asunto de las mordidas es repugnante, escandaloso, vergonzoso, pero sobre todo indignante y una humillación para los ciudadanos que dan su bendición a unos gobernantes a los que la honradez se les debería suponer.

Estos días he leído, en El Español de Pedro J., una noticia muy curiosa según la cual la peste, la plaga que diezmó a la población en la Edad Media ya existía en la Edad de Bronce, pero las pulgas no podían transmitirla cosa que sí hicieron la ratas. La noticia cuenta el descubrimiento de una bióloga argentina sobre la bacteria que causa la temible peste bubónica que demuestra que este patógeno mutó para ser más letal. Exactamente algo así ha pasado con la peste del 3 por ciento, que existía desde hace mucho tiempo en Convergencia y que ha ido mutando -y posiblemente extendiéndose a otros partidos- para hacerla más letal.

Como era de esperar el presidente Mas, en su comparecencia ante el Parlament se ha vuelto a envolver en la bandera y ha tirado del viejo recurso de la conspiración para no dar explicaciones, y presentarse como una víctima de ese imaginario estado opresor que quiere destruirle políticamente. "Quieren dar espectáculo y hacer daño a convergencia" ha dicho tras la detención de el tesorero y otros miembros del partido y ha utilizado como prueba del algodón de sus argumentos, que algunos medios de comunicación estaban avisados con antelación de la operación lo que "es sospechoso". Pero lo cierto es que el pago de mordidas a la formación nacionalista lejos de ser un episodio aislado se había convertido en la norma desde la etapa de los Pujol, acorralados ahora por las sospechas de todo tipo y condición. Desde el abrupto final del caso banca Catalana, que desestimó el procesamiento de Pujol por apropiación indebida, no ha parado de repetirse una práctica apestosa de la que hemos visto sólo los coletazos en los casos Pretoria o el expolio del Palau de la

Música entre otros. No es una cuestión de unas acusaciones falsas, ni de intentar matar políticamente al adversario. Que se haga Justicia en el apestoso y hediondo tema de las mordidas y se devuelva el dinero robado es fundamental para una auténtica regeneración democrática, porque ni la democracia ni los ciudadanos nos merecemos esto ocurra en Cataluña o donde sea. ¡BASTA YA!

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