Nunca pensamos que se llegara a tanto porque es muy difícil desde el punto de vista de un demócrata ponerse en los parámetros lunáticos de un dictador.
- jueves, 12 de diciembre de 2024
- Actualizado 16:01
Nunca pensamos que se llegara a tanto porque es muy difícil desde el punto de vista de un demócrata ponerse en los parámetros lunáticos de un dictador.
Por eso nos ha sorprendido en parte, que finalmente ese personajillo de quinta división haya ido tan lejos y se haya atrevido a dar un golpe de estado.
La anulación de las competencias de la Asamblea Nacional venezolana, el traspaso de estas al Tribunal Supremo de Justicia -controlado por el chavismo- y la asunción de poderes extraordinarios en materia penal, militar, económica, social, política y civil por parte de Nicolás Maduro han dado el golpe final a lo poco que quedaba de democracia en ese país y supone un mazazo institucional de una gravedad extrema que ha levantado y con razón todas las alarmas a nivel internacional.
Las pasadas elecciones venezolanas dieron un resultado claro a favor de los opositores que dejaban al chavismo en la cuneta, no sólo porque perdió la mayoría en la asamblea nacional, sino porque la derrota fue tan contundente que anunciaba el preludio más tarde o más temprano de su ocaso.
Por eso, porque está en sus últimos estertores políticos está actuando así. Entonces dije que en Venezuela soplaban vientos de libertad y que si Maduro fuera un demócrata o lo más parecido a un mandatario, lo primero que debería haber hecho es poner en libertad a los presos políticos.
Todos tenemos en el pensamiento a Leopoldo López, y otros tantos opositores como él, que malviven en una celda y están condenados a muchos años de prisión sin haber cometido delito alguno, salvo el de defender sus ideas y querer que su país deje atrás una de las la etapas más negras de su historia.
Podíamos intuir que este dictadorzuelo de pacotilla se iba a resistir como gato panza arriba, cosa muy común en los mediocres. Solo hay que recordar la displicencia con la que Hugo Chávez solía tratar a Nicolás Maduro, que fue conductor de autobuses, sindicalista y guardaespaldas del propio Comandante: "Miren allí a Maduro, guapo con su traje, que ya no conducirá nunca más un autobús", dijo en 2006, cuando el todavía presidente era ministro de Asuntos Exteriores.
¿Por qué le eligió como sucesor se preguntaron muchos? Pues porque era su perrito fiel, un hombre que no tenía la más mínima iniciativa propia, pero que era capaz de asumir y defender a muerte cualquier capricho del líder. ¿Cómo olvidar aquella alocución nada más fallecer el hombre que le hizo un hombre para la política donde dijo que se le aparecía en forma de pajarillo trino, trino?.
Solo hay que tirar un poco de hemeroteca para ver por que se ha llegado ahora a esta situación. Dos días antes de las elecciones. Nicolás Maduro dio la orden a los presidentes de Venezolana de Televisión (VTV) y de la Televisora Venezolana Social (Tves), que transmitieran la película 'Disparen a matar'.
Lo hizo en una de sus insoportables alocuciones televisadas donde también ordenó la investigación de las empresas Heinz y el encarcelamiento de sus gerentes, por presuntamente haber paralizado la producción de pollo, uno de los alimentos que escasean en los supermercados.
El "expropiese" que hizo famoso a su padre político, él lo ha convertido un encarcelese sin contemplaciones y en todos estos años ha habido demasiados muertos porque muchos, instigados por el régimen, han disparado a matar.
El régimen sigue matando, encarcelando y haciendo un corte de mangas a diario a lo que le dijeron las urnas. "La ruptura del orden constitucional amparada por Maduro y los suyos supone un peligrosísimo punto de no retorno en la fractura creada en Venezuela por el chavismo", podíamos leer ayer mismo en el editorial del diario El País, cosa que yo comparto, y también se recordaba cómo a pesar de los llamamientos serios a la cordura y al diálogo reiterados durante meses por personalidades e instituciones internacionales y al intento de mediación del Vaticano, Maduro se ha negado tozudamente a cumplir los requisitos mínimos que hicieran posible siquiera buscar el entendimiento y ha acelerado su resistencia al cumplimiento de la ley en una estrategia que ha finalizado con el golpe del pasado miércoles.
A Venezuela, antaño un paraíso donde la naturaleza les ha regalado todo para tener un extraordinario estado de bienestar la han convertido entre todos en un erial donde nadie tiene apenas lo impresionable para vivir salvo ¡claro está! los amigos del régimen que además roban a manos llenas.
Un país con presos políticos, con una oposición perseguida encarcelada y humillada, un Parlamento suspendido, una prensa amordazada y un tirano haciendo y deshaciendo a su antojo es un triste destino para una gran nación a la que España ha estado muy unida.
Tengo la suerte de conocer bien Venezuela, donde he viajado muchas veces por motivos de trabajo, y sé que los venezolanos no van a tolerar esta situación.
Allí y ahora la impunidad supera el 96 por ciento de los casos de homicidio y la prensa libre ha sido perseguida y sometida de mil formas tanto que se ve obligada a buscar pequeños resquicios para ejercer su sagrada misión de contrapoder, pero lo ejercen y eso hace grandes a mis colegas que no han bajado la cabeza.
Venezuela volverá a ser grande y el dictador será en breve un triste y oscuro recuerdo, una línea difusa en la historia de este país para no volver a repetir.