• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista. Director de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española.

Políticos de cercanías

Por Francisco Muro de Iscar

Puede ser estrategia electoral, pero los partidos transmiten la sensación de que ni han aprendido ni han escuchado a los electores. 

Siguen los vetos, la escasa voluntad de negociar y de alcanzar un acuerdo. Santiago Muñoz Machado escribe que "entre los muchos asombros que ha provocado el Brexit acaso no sea el mayor la comprobación de que un país culto y civilizado tiene un primer ministro completamente insensato, capaz de subordinar a sus conveniencias de partido los deberes de gobernante". ¿Sólo pasa eso en Gran Bretaña?

En momentos de cambio social y cultural, éste es uno de ellos, en lugar de surgir los grandes políticos que ayudan a cambiar el rumbo hacia el progreso, la justicia y la solidaridad, lo que surgen son movimientos populistas antisistema que buscan explícitamente el cambio de sistema.

En la España de hoy, ese populismo se sostiene sobre una larguísima e insolidaria crisis, en el aumento de la desigualdad social, en un desempleo que nadie combate de verdad, en la pésima gestión política de los partidos tradicionales, en la corrupción sistémica y en el sentimiento de que acabando con los ricos o los poderosos se solucionará el problema.

En Europa o en Estados Unidos, la situación es parecida, aunque con matices. Renacen los localismos, los regionalismos, los populismos, las fronteras, las exclusiones, la vuelta atrás. Y, a nivel internacional, vivimos en un volcán, porque las democracias occidentales, como dice George Steiner, han fomentado, favorecido, permitido o la miseria, que es el mejor caldo de cultivo para los fundamentalismos que odian y arrasan la libertad.

¿Qué podemos hacer en España? Hay quien piensa que sólo con conseguir que los partidos se junten y hablen entre sí, ya avanzaríamos. Pero estamos hablando de diálogo real, no de marketing político; de debates sobre ideas y programas, no de declaraciones y de tuits; de negociar, no de escenificar encuentros inútiles.

Es posible que los partidos no sepan, no quieran renunciar a nada o que sólo busquen el poder y la eliminación del contrario. No ha habido autocrítica sino autocomplacencia, incluso en la derrota. Y culpar a otros. Solo les interesa el corto plazo de una legislatura aunque dure cuatro meses. Si los partidos no buscan una salida a los problemas del país, acabará ganando las elecciones quienes tienen en su esencia el final de las libertades.

Tal vez la solución sería crear un Comité de sabios independientes, realmente independientes, que pusieran sobre la mesa las reformas indispensables y el sentido de las mismas, cómo abordar la modernización de un país y de una Europa que no tienen respuestas ante los nuevos retos. Una especie de mediación o arbitraje de obligado cumplimiento después de una reflexión sólida para buscar un modelo diferente ante unos retos diferentes. Necesitamos filosofía, valores, objetivos, pero sólo tenemos políticos de cercanías que ni siquiera van en tren, con los ciudadanos, sino en el coche del partido.


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