• jueves, 05 de diciembre de 2024
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Opinión / Tribuna

Casta nacionalista

Por José Ignacio Palacios Zuasti

Aunque reconozco que hay que tener ganas para ello, me he tomado la molestia de leer “El Corralito Foral”. En él se me cita en dos ocasiones.

El Parlamento de Navarra muestra su adhesión a la iniciativa social en favor del euskera Euskaraldia (07). IÑIGO ALZUGARAY
El Parlamento de Navarra muestra su adhesión a la iniciativa social en favor del euskera Euskaraldia (07). IÑIGO ALZUGARAY

La primera de ellas es de forma muy tangencial, dentro del capítulo que lleva por título ‘El clan del oso corellano’. La otra es tan sorprendente que no me resisto a dejar de transcribirla, dice así: La visita del ángel de Aralar a Iruña recién acabada la Semana Santa “constituye un pequeño evento social en el que se prodigan pamploneses de pro, más o menos vasquistas, en un gesto que poco a poco se fue definiendo de forma vaga pero creciente como algo opuesto al barcinismo vigente. Hay excepciones, por supuesto, ahí está la presencia frecuente y ostensible de pilares del régimen como José Ignacio Palacios, creyente -por lo que se ve- hasta en cortejos ajenos”.

Tengo que confesar que ahora descubro que la secular visita a Pamplona del Arcángel San Miguel es patrimonio de los nacionalistas y no puedo entender que a “su” ángel le hurten los honores que tradicionalmente se le han dispensado cuando han llegado a presidir las instituciones navarras: Gobierno, Parlamento y Ayuntamiento de Pamplona. De todas formas, como no soy uno de sus muchos damnificados, creo que estoy en condiciones como para poder comentar este libro.

En él hay menciones que están hechas con una gran habilidad denigratoria, tratando de hacer hereditarias las culpas de generación en generación o, lo que es peor, dando a entender, aunque sin afirmarlo, que algún puesto funcionarial se ha otorgado por relaciones familiares y no por oposición (que, en alguna persona, han sido varias), lo cual, creo,  podría derivar, si los afectados lo consideran oportuno, en acciones judiciales.

Estas menciones llegan al culmen cuando, para descalificar a un miembro del Gobierno de Navarra, se busca en sus genes familiares y se tiene que llegar hasta su tío abuelo, del que se dice que: “se erigió en protagonista directo de la más dura represión desatada tras el 19 de julio de 1936 … fue secretario y uno de los dirigentes de la Junta Superior de Educación creada a las pocas semanas del Golpe de Mola para censurar libros, depurar bibliotecas y delatar al profesorado no afecto al fascismo …

Resultado: 229 profesores navarros sancionados y 28 maestros y maestras asesinados por los golpistas”. Lógicamente el autor –Iván Giménez- nada dice de que hace más de 47 años, el 23 de abril de 1969, un hijo de ese personaje que lo pinta tan siniestro se casó con la hija de una de sus “víctimas”: una andereño que fue inhabilitada para ejercer la docencia, labor que nunca más volvió a ejercer. También se calla que ambos, siendo ya consuegros, salieron del templo del brazo, felices y contentos -¡Yo lo vi!-, que sus hijos siguen hoy felizmente casados y que sus nietos, ya cuarentones, llevan los apellidos de ambos sin ningún problema.

Por el contrario, es curioso que el autor olvide en su obra la existencia de “castas nacionalistas”, que transmiten cargos políticos y prebendas profesionales de generación en generación. Buena muestra de ello es la familia del conocido político nacionalista Manuel de Irujo y Ollo, que ahora está representada en Navarra por los descendientes de su hermano Eusebio. Un hijo de éste, Peio Irujo Elizalde, fue el heredero de las funciones directivas de su tío en el aparato del partido. Primero fue miembro de la ejecutiva navarra y de la ejecutiva nacional del PNV.

Escindido en EA, volvió a ser miembro de la ejecutiva navarra y nacional del nuevo partido surgido en torno a Carlos Garaicoechea. A su mujer, Arantza Amézaga, de orígenes vizcaínos aunque nacida en Argentina, le tocó mejor suerte ya que en el reparto inicial de puestos funcionariales del Parlamento Vasco, le designaron jefe del Servicio de Biblioteca, sin que en el Boletín Oficial del Parlamento Vasco conste ninguna oposición para cubrir esa plaza, que ha desempeñado hasta su jubilación.

Tres de los hijos del matrimonio han obtenido importantes puestos, sin duda por sus capacidades, pero sin ningún contraste de pruebas selectivas públicas. Xabier es codirector del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Reno. Peio y Mikel comenzaron a la vez su singladura profesional en una editorial jurídica navarra muy prestigiosa, de accionariado mayoritariamente nacionalista, pero cuyos beneficios se gestaron a través de la legislación del “odioso Estado opresor español”.

Y, ahora, coincidiendo con el Gobierno del “kambio” en Navarra, Peio ha sido fugaz gerente de la UPNA, desembarcado después, por aquello de tender puentes entre política e industria, en un importante grupo empresarial. Mikel llegó a ser miembro del Parlamento Europeo por el partido de la familia y ahora es el delegado del Gobierno de Navarra presidido por Barkos en Bruselas. Y, para cerrar el círculo, el pasado sábado, día 4 de junio, Arantza Amézaga ha recibido el Premio “Manuel de Irujo”, que otorga la Fundación de su tío, por escribir una biografía sobre su tío. No sé si esta familia forma parte o no del corralito foral, lo que sí estoy seguro es que es un claro ejemplo de la casta nacionalista.

De todas formas, después de acabar la lectura de este libro y cuando todos los días estamos viendo en los medios de comunicación cómo se está intentando reabrir las antiguas heridas, yo creo que, ahora, cuando el mes próximo se va a cumplir el 80 aniversario del comienzo de la guerra civil, es hora ya de que todos los que vivimos en esta Comunidad Foral imitemos esos dos gestos históricos de los que hemos sido testigos en los últimos días: el de Merkel y Hollande, conmemorando el centenario de la batalla de Verdún, y el de Obama en Hirosima, 70 años después del bombardeo, y que, como allá dijo el presidente Obama, de una vez por todas todos miremos a los ojos de la Historia y nos preguntemos qué debemos hacer para evitar que lo que entonces sucedió y el sufrimiento que produjo no se vuelva a repetir.

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