• martes, 03 de diciembre de 2024
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Opinión / Ha trabajado en los principales medios de comunicación del país, desde Cadena SER o Cadena Cope, así como Telecinco, Canal Sur o Agencia OTR/Europa Press entre otros.

Un viaje necesario

Por Julia Navarro

No comprendo las reticencias e incluso criticas sobre la asistencia de don Juan Carlos a Cuba para existir a las exequias de Fidel Castro.

España no puede permitirse por razones históricas, culturales, políticas y económicas no estar presente en un momento crucial de la historia de Cuba. Además no debe olvidarse de que incluso durante el régimen de Franco las relaciones con la isla caribeña se mantuvieron intactas. Pero es que además las relaciones de España con los países hispanoamericanos han estado siempre y así debe seguir siendo, por encima de las vicisitudes políticas.

De manera que la presencia del Rey emérito no puede ser más oportuna y necesaria.

La muerte de Fidel Castro abre una puerta a la transición política por más que aún sea difícil de prever como será esa transición y las resistencias que puedan darse por parte de la nomenclatura de un régimen que ahora menos que nunca tiene razón de ser. Y España puede y debe de jugar un papel en ese camino que sin duda iniciara la sociedad cubana por más resistencias que encuentre entre los nostálgicos de un régimen marchito.

Es evidente que Fidel Castro pasó de ser un revolucionario que encendió los sueños y esperanzas de los cubanos a los que terminó traicionando convirtiendo Cuba en una dictadura. E igual de evidente es que la Revolución cubana tuvo un eco y una influencia notable entre la izquierda de los años sesenta, setenta y ochenta. Fidel se convirtió en un mito lo mismo que lo fue el Che Guevara y sus resistencia ante Estados Unidos le confirieron las simpatías de quién veía a Cuba como el pequeño David frente a Goliat.

En mi opinión hace tiempo que los "posters" del Che y de Castro dejaron de ocupar las paredes de las habitaciones de jóvenes de todo el mundo al asumir la triste realidad de que la Revolución se había convertido en una pesadilla.

Aún así la política llevado a cabo por Estados Unidos de boicot a la isla no ha dado ningún resultado salvo el de hacer aún más difícil y precaria la vida de los cubanos.

Lo cierto es que Castro ha muerto con las botas puestas, en su cama y ya anciano, y su muerte abre una puerta a la esperanza del cambio, cambio que es de esperar que termine en la instauración de un sistema democrático. Por tanto la ausencia de España en un momento como éste habría sido un error imperdonable.

Don Juan Carlos tiene sobrada experiencia para manejarse en las situaciones más difíciles y delicadas y por tanto no hay porqué tener ninguna inquietud por su presencia en Cuba en las exequias de Castro.

España está con quién tiene que estar que es con el pueblo cubano.

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