Habla un patán. Un patán exhausto de rebatir expresiones del pelo “a mi déjate de gilipolleces" o en su versión más evolucionada “sin platos clásicos no hay vanguardia”.
- viernes, 06 de diciembre de 2024
- Actualizado 14:25
Habla un patán. Un patán exhausto de rebatir expresiones del pelo “a mi déjate de gilipolleces" o en su versión más evolucionada “sin platos clásicos no hay vanguardia”.
Con ambas afirmaciones discrepo desde lo más íntimo, tanto fundamentalismo en ambos bandos es como para hacerlos a la brasa.
Comerse las tripas, los testículos, los estómagos donde preparan su regurgitación aves, riñones, hígado, sangre, pieles de pescado, espinas fritas marinadas convenientemente y otras lindeces no siempre ha gustado a muchos. Unos pocos disfrutamos ver parar el tiempo ante ese bar cutre pero limpio donde daban unos riñones al Jerez de untarse media barra de pan, o ante un buenas albóndigas de pescado de descarte o, ante unos rabos de alcachofa blanca perfectamente ejecutados. Pero perdonen mi atrevimiento, cutre pero limpio donde ponen unas mollejas de llorar no se puede decir. Mejor no se pierdan ese local #grunge que realizan #trashcooking.
No caigan en la trampa, en el #efectismo, sea del bando que sea. Si una aceituna que es más que una aceituna, esta rica y emociona, sea investida a la altura de un buen puchero. Y equiparemos ese puchero donde el fuego más tres o cuatro ingredientes hacen magia, con un buen pincho de tres bocados y cientos de iteraciones hasta, su preparación magistralmente ajustada.
Bienvenidos sean panes hidratados hasta el extremo, tenedores comestibles, bebidas luminiscentes, potenciadores del sabor en forma de planctón, carnes sobremaduradas…
Tan increíble es un milhojas con “taitantos” kilos de hoja verde de acelga prensados por una máquina diseñada para ese plato, como ese arroz con su punto al dente pero bien cocido. Tan salvaje puede ser un lienzo umami, como el arroz de cocido de mi suegra.
Pero no se dejan engañar por tendencias, hashtags y relumbrón. El buen pan, comerse todo, que te obliguen a lavarte las manos con güisqui antes de tomar un plato, una buena churrería, un café exprés de verdad, un hojaldre delicioso y un buen vino sea de este año o de hace treinta comparten lo mismo. Provocan emoción, el tiempo se detiene.
Las emociones en esto del comer vienen desde las tripas, no tienen fronteras, ni vanguardias, ni clasicismos. Sabor y pelos de punta. Y para eso vale todo, incluido tener que soportar a los sacamuelas que venden elixires de la experiencia definitiva en su restaurante. Y para separar la paja del grano no sirve tripadvisor, sino deglutinar muchas viandas y bebidas hasta encontrar tesoros. Cuando encuentren ese local, ese plato, ese vino, compártanlo con sus amigos, con los de verdad no con los de Facebook o, envíenme un correo. Esto del buen comer y del mejor beber tiene muchos secretos, se lo dice un ignorante que tuvo la suerte de ser nombrado como tal por un grande de los fogones. Que conste de nuevo señor notario la gran potra de mí nombramiento.