- domingo, 08 de diciembre de 2024
- Actualizado 19:43
El día 24 de septiembre, en el pueblo de Leiza, se recuerda el asesinato del cabo de la Guardia Civil Juan Carlos Beiro Montes. Una ocasión más de las muchas que se ofrecen, desgraciadamente, a lo largo del año para recordar, rezar, acompañar a aquellas familias que recibieron el zarpazo fatal del terrorismo. Los vecinos de Leiza, los vecinos de Paz de Berriozar, las Víctimas del Terrorismo... acompañados también por muchos españoles de bien, sin alharaca alguna, se han empeñado en recordarnos a quienes no sufrimos el terrorismo en la carne de nuestra familia que es lógico seguir adelante, mirar al futuro, pero que no debemos olvidar la historia de aberrante infamia que en España escribió la ETA.
No creo que se encuentren en la historia reciente de nuestro país unas gentes de tanta categoría humana como son quienes esgrimen este discurso de la memoria, la justicia y la paz. No lo tienen fácil. Sobre el terrorismo se ha dicho ya casi todo, pero muchas veces con dosis de cinismo notables. Porque aunque es cierto que se han tomado severas medidas contra el terrorismo y que han demostrado su eficacia, todo el concepto social que entraña el terrorismo no ha desaparecido. Hoy, mientras escribo este artículo, escucho que en Cataluña la Guardia Civil ha detenido a nueve desgraciados del CDR con explosivos y planos de cuarteles: es decir, a nueve terroristas (la ley nos obliga a decir “presuntos”; ellos, mientras, se organizan). Esto es lo que pasa en un país que se piensa a corto plazo, para llegar a las gambas del fin de semana. Si nos pensamos que en Navarra y en el País Vasco se ha terminado el capítulo independentista-terrorista, vamos aviados. En el País Vasco como en Navarra continúa la máquina del eterno agravio con España, vía educativa, que a largo plazo es la que más réditos da. Urkullu, que viene a ser el Pujol vasco, está sembrando lo mismo que aquel.
Mucha gente cree que ahora hay paz, como si ahora esgrimir una postura política no nacionalista en Navarra, País Vasco o Cataluña fuera fácil, divertido e indoloro como una gymkana. Se quiere hacer creer que el empeño de las familias y amigos de las víctimas por recordar la Historia parezca trasnochado. Y como estamos en una época de frases hechas, se dice que hay que pasar página y San Seacabó. A mí me hubiera gustado que mis alumnos de bachillerato, por ejemplo, en lugar de haber tenido que asistir a verdaderos bodrios teatrales del peor gusto, subvencionados por el Gobierno de Navarra, hubieran visto la película “Trece entre mil” de Iñaki Arteta. El Gobierno de Navarra actual o los anteriores, si verdaderamente creían condenar el terrorismo, al igual que han puesto y ponen tanto empeño en que nuestros jóvenes no sean machistas, al igual que recuerdan en cada entrada de los pueblos que no se toleran las agresiones sexistas, tienen la obligación moral de contar a nuestros jóvenes la historia del terrorismo de la ETA, que ha sido infinitamente más sangrante y perniciosa que las agresiones sexistas; de enseñar que no hay forma más abyecta de enfrentarse a una sociedad que paralizándola con el terror.
El interés por recordar no existe, y la última prueba nos la demostró el PSOE en Navarra, pactando María Chivite la alcaldía de Huarte, aunque ella diga que no hay tal pacto. Pero, en realidad, las quejas de quienes dicen pertenecer al constitucionalismo y que han tenido poder político en los últimos años, es decir, tanto izquierda como centro (no veo a la derecha por ninguna parte) han participado de alguna manera de este juego de la ambigüedad. Y para muestra sólo un botón.
Leía hace no mucho algunas noticias sobre ataques en Pamplona al monumento “a las víctimas por la represión policial de 1978”. Incluso algún político no nacionalista se apresuró a condenar los ataques que dicho monumento ha sufrido en los últimos meses. Pero nadie dijo que ese monumento es simplemente, y dejando de lado cualquier consideración de pitiminí, una ofensa y un insulto a las víctimas del terrorismo y un insulto a cualquiera que quiera llamarse “demócrata”. ¿Qué víctimas? A pesar de que haya quien dé por hecho que Germán Rodríguez fue asesinado por disparos de la policía, ¿qué pruebas se sustentan para tal afirmación? Lo que sí ha quedado muy claro es que el mundo “abertzale” ha aprovechado la memoria de este asesinato para presentar a las fuerzas de seguridad y al sistema democrático en general como una máquina de represión y tortura, un año tras otro, especialmente en las fiestas de San Fermín, con la mayor parte de las peñas pamplonesas en ominosa aquiescencia. Por otro lado, Germán Rodríguez era miembro de la Liga Comunista Revolucionaria, nacida de la ETA; y me pregunto si no habrá que cuestionarse qué moralidad sustenta el acto de erigir un monumento a un miembro del entorno de una banda terrorista. Qué moralidad sustenta hablar de represión policial en unos años en que los guardias civiles, militares, empresarios... caían asesinados uno tras otro cada semana; en una época en que había motivos más que suficientes para que se hubiera decretado un estado de excepción, porque no había garantías para la democracia.
Yo le preguntaría al Sr. Maya si el Ayuntamiento va a tomar alguna medida, es decir, si va a quitar esos monumentos. Porque esos monumentos no tienen otro fin que desfigurar la Historia y socavar la legalidad de la postura que tomó el sistema democrático. Porque si algún error cometió el estado español con el terrorismo fue el de no haberse enfrentado a él como se hubieran enfrentado en muchos otros países civilizados: con todo el rigor de la ley y con todo el monopolio de la fuerza policial y militar, sin asomo de complejos. Ni ETA hubiera durado tantos años ni se hubieran cobrado tantas víctimas inocentes; y hoy, probablemente, los nacionalistas no tendrían el poder que tienen.
La historia del terrorismo no ha terminado: la historia del terrorismo continúa mientras quienes han justificado siempre a la ETA siguen haciendo su propaganda de falsedad. La ETA se infiltró en la democracia cuando Felipe González reformaba el código penal para que los terroristas se quitaran años de cárcel; cuando Rodríguez Zapatero consiguió que el Tribunal Constitucional le hiciera el juego político, recuperando a la ilegalizada Batasuna; cuando a Mariano Rajoy le faltó tiempo para hacer cumplir una infame sentencia de Estrasburgo, por la que siguen saliendo a la calle terroristas cargados de delitos de sangre. La ETA sigue infiltrándose cada día que pasa en una ciudad en que sigue ostentosamente en pie un monumento que no es más que una exaltación del terrorismo que asoló la vida española en la recién estrenada democracia. Amigos de Leiza, de Berriozar, de las Asociaciones de Víctimas: no dejéis de recordarnos la verdad.
Javier Horno Gracia es presidente del Equipo Provincial de VOX Navarra.