Tuvo suerte y una muy buena oportunidad; creo que ocurrió a mediados del mes de julio. ¿La tercera o ya sería la cuarta semana? Su primera estancia fue en Asturias. Soplaba una brisa agradable y le acompañó un sol discreto durante el itinerario en la comunidad de la triple “M”: mar, montaña y manjares. Del Principado marchó sin necesidad de biodramina a otra zona que tenía al lado, justo a mano izquierda: las Rías Baixas, donde el viento olía a aguas atlánticas habitadas por la literatura de Pardo Bazán, De Castro y Rivas.
En un abrir y cerrar de ojos conoció Portugal; el idioma apenas le presentó dificultades; el calor, sí; podría haber comprado unas toallas para secar el sudor de su frente en el país vecino. Como en Tenerife, ciudad a la que le costó llegar, ya se sabe, pues está situado abajo, a la izquierda; ahí se topó con las primeras dificultades: el anticiclón no acompañaba y aparecieron unas nubes oscuras amenazantes con formas de auto de choque y de la melena de Marge Simpson. De isla a isla. Conoció la cara desconocida de Ibiza; rural, almendrada y menos discotequera que la que muchos se empeñan en vender.
Y así pasó por las aguas del Guadalquivir sevillano; el Paraje Natural de la Albufera en Valencia; el Puente del Kursaal y los Cubos de Moneo donostiarras; de la capital del pincho, a la de España, Madrid; tocaba el Centro de Arte Reina Sofía. Navarra le enseñó el Castildetierra de las Bardenas Reales y Segovia su acueducto. En menos de una hora terminó su viaje sedentario por España y Portugal; estaba limpiando los cristales del escaparate de una agencia de viajes, lleno de ofertas estivales.
Ideación de A limpio viaje
Me fijé en un joven que limpiaba el escaparate de una agencia de viajes de Tafalla e iba pasando el trapo de Asturias a Cuba; de Cuba a Tenerife; de Tenerife a Boston…
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