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Palmira

Por Juan Iribas

El otro día me puse el mundo por montera y llamé a mi compañía de teléfono.

Un hombre mira su teléfono móvil. ARCHIVO
Un hombre mira su teléfono móvil. ARCHIVO

Tras diez minutos de autocontrol, escuchando una música pegadiza que aún no ha abandonado mi cabeza, percibí un “buenas tardes, mi nombre es Palmira. ¿En qué puedo ayudarle?”.

Me dio la impresión de que la tal Palmira había nacido en Bogotá, que tendría unos treinta y tantos años y que había superado sin problemas su entrevista de trabajo. Ella era el retrato robot de la teleoperadora virtuosa. La quintaesencia del saber estar. Con su talento portentoso desarmó mi enfado (iba a darme de baja) y me ofreció y vendió un par de dispositivos digitales “para llevar una vida mucho más confortable”.

-Si ya no desea nada más, ha sido un gusto hablar con usted, señor Ramón, me dijo.

Al poco rato de haber colgado me di cuenta de que echaba en falta su amabilidad, su voz, pues yo, que soy vigilante jurado en un centro comercial, suelo recibir un trato y un tono antípoda al que Palmira me brindó. Y me la jugué. Sí. Volví a marcar el número de mi compañía de teléfono incluso a pesar de un cuarto de hora de música pegadiza hasta que, por fin, un ser humano me habló.

-Buenas tardes, le atiende Luis Alfredo. Esta llamada puede ser monitoreada por motivos de calidad. Dígame.

-¿Está Palmira? Que se ponga.

Durante ese instante me sentí Gila llamando al enemigo.

Después de que me atendieran tres o cuatro empleados adiestrados di con ella. Después de que me atendieran tres o cuatro empleados adiestrados le conté mi vida en verso. Después de que me atendieran tres o cuatro empleados adiestrados se enteró de mi hipermetropía, mi artritis, mi impaciencia, mi separación, mi…

Siete llamadas después, conseguí lo que nadie ha logrado. Palmira, la voz de mi compañía de teléfono, me dijo con su dulce tono de voz: “Ante sus reiteradas conversaciones sin motivo comercial hemos decidido bloquearle. Señor Ramón, jamás de los jamases podrá volver a contactar con nosotros”.

Yo, en el fondo, sonreí aliviado. ¿A quién le han dicho algo así desde su compañía de teléfono?

Ideación de ‘Palmira’

Ayer, a las diez menos cinco de la noche, recibí una llamada de una teleoperadora.

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