Ser poeta no es una ambición mía, es mi manera de estar solo.

Me gusta la cáscara de la manzana
y el medio de la pradera.
La palabra que camina sola
-y que por usarla en rebeldía
tanto me ha hecho sufrir-.
Me gusta Facundo Cabral
y la leche de la cabra
que gotea, nocturnamente, el cielo
y lo salpica de estrellas.
¡Ah! Y la hoja del poema
nacida del árbol del medio de la pradera
que contigo muy ayer besé.
(No soy de aquí. Ni soy de allá.
No tengo edad. Ni porvenir.
Y ser feliz es mi color -verde- de identidad)
Me gusta la rama en la hoguera
y el cachete azul de la luna.
El campo sin caminos,
las lágrimas cargadas de rosales
y soltar, de vez en cuando, ¡amor! en francés.
Me gusta las cosas olvidadas
y las campanas dobladas
y verte todos los martes subida a tu bicicleta.
Me gusta pensar que me lees
y que tu rima de sueño es para mí.
Me gusta vestirme bien desnudo
y sobre el papel que abraza mi pluma
que la poesía mía cubra
esa rima de sueño
que piensa en ti.
Me gusta contagiarme
de Mercedes Sosa y de solidaridad
y andar todo el verano
para poder besar a mamá en invierno.
(No soy de aquí. Ni soy de allá.
No tengo edad. Ni porvenir.
Y ser feliz es mi color -azul- de identidad).
Me gusta iluminar tu nombre al llamarte
y helarte la sangre al nombrar tu luz.
Me gusta, muy de vez en cuando, escribir bonito
(pero no siempre).
Porque lo que más me gusta es vivirte
y revivirte con una flecha inesperada
de una y mil letras enamoradas
cuya diana entera eres solamente tú.
…Y la cáscara de la manzana
y la leche de cabra
que gotea y gotea el cielo
y lo salpica de estrellas.
Pero recuerda,
Recuerda siempre que…
(No soy de aquí. Ni soy de allá.
No tengo edad. Ni porvenir.
Y ser felices será nuestro color para la eternidad).