
- sábado, 19 de abril de 2025
- Actualizado 07:59
El pasado viernes,
-serían las once y cuarto-,
una amiga de aquéllas
que ayer no veía nunca
y hoy veo a cada rato
me dijo con voz quebrada:
‘Me he separado’.
No fue por otra.
En eso,
-advirtió-,
fue honrado.
La cosa es que los años
aburrieron a mi vida,
a mi marido,
a nuestras caricias,
los abrazos…
Vamos, que se hizo el amor largo.
Yo la miraba y ella lloraba.
Yo bebía y ella pasaba el trago.
¿Has compartido casa
con un amor del pasado
que despierta cada día
contigo al lado?
Entre lágrimas y palabras
cogí su mano.
El caso es que…
-secó su llanto-,
está con abogados
repartiendo casa y dinero,
pues el coche,
-apuntó-,
lo tengo a plazos.
‘Si lo llego a saber no me caso’.
No tienen niños,
-por suerte-.
Dios sabe que lo intentaron.
Por quedarse la cigüeña en París
una vela hoy le debe al santo.
Me contó que supo,
-prendió un cigarro-,
que todo había acabado
cuando los dos en pijama advirtieron
que era su aniversario.
…que se miraron tristes.
...que apenas se enfadaron.
…que se fueron a la cama
a soñar por separado.
…que si algo de nada quedaba,
algo de nada quedó zanjado.
La veo tan triste…
Son sus verdes ojos
luciérnagas apagadas,
bueyes cansados.
Nos despedimos.
Se perdió por el paseo
entre la mar y un viento helado.
Regresé a casa, recuerdo,
-despacio-.
…con las manos en los bolsillos
y la vista en los zapatos.
El vaho era un cisne dormido.
Una extensión de mis labios.
Por hacerse el amor largo
Son ahora los ojos verdes de mi amiga
Luciérnagas apagadas.
Bueyes cansados.