Supongo que no hay juego más antiguo que el de trepar a un árbol.
Imagino a nuestros ancestros ascendiendo por los esqueletos de los pinos, mientras sus madres les reprendían al verles subirse por las ramas.
Quién de nosotros no se ha alzado por los vértices de un tronco con el único propósito de alcanzar un fruto, silbar a un conocido desde lo alto para confundirle o espiar al chico o a la chica que nos gustaba, ya que desde tierra firme nos daba vértigo hacerlo.
Desconozco si los niños de hoy en día trepan los árboles. Tampoco quiero ser yo quien les incite a ello a través de este escrito, aunque estarán de acuerdo conmigo en que muchos de los juegos que ayer se practicaban, poco a poco, se van perdiendo o van dando paso a otras, llamémoslas, nuevas tecnológicas.
Hay un árbol que visito cada vez que regreso a casa. Yo lo llamo Goliat.
Se encuentra en Pamplona, concretamente en el jardín del Palacio de la Diputación.
Es un icono de la ciudad e incluso me atrevería a decir que de Navarra.
Cuentan que fue trasplantado en la actual ubicación en el invierno del año 1855, a raíz de ser elegido diputado el baztanés, José María Gastón y Echeverz, quien lo trajo de América y, previamente, lo había plantado en el jardín de su casa-palacio de Irurita.
Es una joven sequoia (con todas las vocales) de 37 metros y casi 40 toneladas de peso.
Lo que les decía. Goliat.
Fue catalogado y declarado monumento natural en 1991 y si aún no han ido a verlo es que no conocen Pamplona, ya que sería como ir a París y no ver la torre Eiffel.
Aunque Goliat es muy joven debo apuntar que son árboles milenarios. Pueden llegar a vivir más de dos mil años.
Lo que quiero reflejar con este dato es que en el año 4000, si antes no lo tumba un rayo, el árbol que ahora se erige frente a nuestros ojos seguirá en pie.
Posiblemente, la mayoría de los edificios de los que ahora disfrutamos en el siglo XXI ya no estén por esas fechas.
Sin embargo, otros monumentos navarros, los denominados monumentos naturales, perdurarán como lo han hecho hasta ahora. Y si lo piensan, pueden todos ellos convertirse en una excelente excusa para visitarlos tanto con amigos como con la familia.
Aquí les dejo el listado por si se animan a conocerlos:
Encina de Eraul; Encino de las tres patas (Mendaza); Encina de Cábrega; Encinas de Corella; El Centinela (Zudaire); Quejigo de Rala; Quejigos de Learza; Roble de Jauntsarats I; Roble de Jauntsarats II; Roble de Eltzaburu; Roble de El Bocal; Roble de Garaioa; Haya de los tres brazos (Orbaizeta); Haya de Nabala; Roble de Azanza; Avellanos de Orion; Álamos de Lodosa; Sauce de la Presa del molino (Cáseda-Sangüesa); Arce de Orión; Morera del Castillo de Olite; Espino de Azparren; Nogal de Garde; Roble de Santa Isabel (Cortes); Abetos de Leitzalarrea; Peral de Bera; Encina de Basaura; Cedro de Bertiz; Enebro del caserío Equiza (Arce); Pinos de Surío (Uztárroz); Tejo de Otsaportillo; Tejo de Auztegia; Enebro de Legardeta; Haya de Limitaciones dentro del Parque Natural Urbasa y Andía); Arce de Lezáun; Roble de Lizarraga; Sequoya del embalse de Domiko; Tejo de Etxalar; Peral de Bera; Acebo de Bera; Manjuelo de Leitza; Quejigo de Garínoain; Roble de Echagüe; Roble de Orkin; Encinas de Olóriz;Robles de Irañeta; Nogal de Mélida; Roble de Etxarri- Aranatz; Espino de Azparren y mi querido Goliat, la Sequoia del Palacio de Diputación.
Les convido a que disfruten de estos lugares y que, si tienen tiempo, vayan a ver a Goliat, pues hay árboles que, cómo les diría…hay árboles que tienen alma.
Y Goliat, créanme, lo tiene.