La mala ortografía, un problema mayor

En los últimos días, hemos leído que las universidades han consensuado las penalizaciones que se aplicarán en la nueva Selectividad por faltas de ortografía o de coherencia en los textos.

En concreto, se habla de una penalización de hasta 2 puntos en Lengua Castellana y Literatura II y en las lenguas cooficiales, mientras que en matemáticas, la sanción sería de 1 punto. Una medida de este tipo es más que necesaria como una forma de exigir precisión en el uso del lenguaje.

En todo caso, creo que, sin perjuicio de las sanciones, debemos ir a la causa: preguntarnos qué nos evidencia la mala ortografía o la incoherencia al redactar con respecto a los hábitos de lectura y escritura de nuestros futuros universitarios.

Las faltas de ortografía o la incoherencia textual no son solo errores técnicos que se corrigen con una penalización numérica; son síntomas de un déficit más profundo, ligado al nivel de lectura, la comprensión y, en última instancia, a la capacidad de pensamiento crítico de nuestros estudiantes. Este tipo de problemas no solo van a tener consecuencias inmediatas —una mala calificación en un examen—, sino que pueden ser indicativos de carencias formativas que, de no ser corregidas, acompañarán al estudiante durante su vida.

Con la ortografía no se trata solo de memorizar reglas gramaticales o de saber cuándo colocar una tilde o una coma. Un texto mal estructurado o lleno de errores ortográficos suele delatar una falta de familiaridad con el lenguaje escrito que, por lo general, se deriva de una escasa lectura. La lectura habitual no solo ayuda a mejorar la ortografía, sino que fomenta la capacidad de entender, de analizar y de expresar argumentos coherentes. Nos da herramientas para pensar por nosotros mismos, evitando ser “empapados” sin quererlo por criterios ajenos que “tragamos”. Como decía Santa Teresa de Jesús: "Lee y conducirás. No leas y serás conducido".

Un estudiante que no domine la ortografía ni la coherencia textual no solo tendrá problemas en sus exámenes. También los puede tener en su capacidad para desenvolverse en el ámbito académico y profesional.

La escritura es una competencia transversal que afecta a todas las áreas del saber. Incluso en asignaturas como matemáticas, donde se ha decidido una penalización menor de 1 punto, la capacidad de comunicarse de forma clara y coherente es esencial para formular planteamientos o resolver problemas complejos.

Debemos centrarnos en detectar las causas. Solo así, además de erradicar los “síntomas”, promoveremos una “saludable” competencia a la hora de expresarnos, también en papel.

Es fundamental fomentar la lectura (también la de los periódicos, digitales o en papel), como una herramienta de crecimiento personal. Ello nos ayudará a entender el mundo en toda su complejidad, desarrollar el pensamiento crítico y construir una sociedad más informada y libre.

Una llamada a la reflexión… y a la acción. Está bien debatir cuántos puntos deben restarse por faltas de ortografía o incoherencia; pero aún tenemos un reto mayor: debemos reflexionar sobre cómo podemos mejorar el hábito de lectura y escritura. En nuestras escuelas y en el hogar, para empezar. Y, después, en las universidades y en sus residencias o colegios mayores. Que a nadie le falte una buena biblioteca a la que recurrir… y que lo haga.

Fomentar el pensamiento crítico, la lectura profunda y la capacidad de expresión clara debe ser la prioridad. No ya para mejorar las calificaciones, sino -sobre todo- para formar ciudadanos libres, capaces de "conducir" sus vidas y no ser meros “pasajeros” de lo que algunos desde aviones de lujo consideran lo “políticamente correcto”.