• martes, 16 de abril de 2024
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Blog / Cartas al director

Me han llamado facha

Por La voz de los lectores

Carta enviada por José Ramón Ganuza. 

El carnaval de Alsasua toca a su fin la la salida de los Momotxorros por las calles de la localidad. MIGUEL OSÉS (3)
Los Momotxorros de Alsasua portan una pancarta en favor de tres de los condenados por la paliza a los guardias civiles en un bar de la localidad. MIGUEL OSÉS

Me han llamado facha, por segunda vez en poco tiempo. La primera, por criticar el “procés” y mostrar mi desacuerdo con un régimen donde se practica la segregación de hijos de policías, se educa en el fanatismo nacionalista y su presidente llama bestias no humanas a quienes hablan el castellano por la calle. Y por criticar esto me llaman, a mí, fascista.

Este fin de semana me han vuelto a obsequiar con tan macabro apelativo. Ha sido por decir que la sentencia de Alsasua se ajusta a unos hechos juridicamente demostrados de una agresión premeditada y organizada contra dos guardias civiles, por el hecho de serlo, y contra sus novias. 

Es curioso que a quien  así me calificó se la pase por alto la campaña de acoso,  vacío social e intimidación  realizada a las dos chicas y sus familias, sufrida durante  año y medio, una campaña que en nada tiene que diferenciarse de la que aplicaba Hitler, si el nacional socialista, Adolf Hitler, contra los judíos.

Pero volviendo al tema catalán. Este es el cartel del homenaje a Daniel Cardona en el que, tal como se aprecia a pie de pasquín, intervino Quin Torra, actual presidente de la Generalitat.

¿Y, quién era Daniel Cardona, cuál era su pensamiento? .Esto es lo que pensaba el inspirador del actual presidente de la Generalitat:

“Un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic. La antropología habla más elocuentemente que un cañón del 42. Si ellos y nosotros hiciéramos renuncia mutua de nuestra voluntad racional no podríamos. Pese a todo, pesaría inflexiblemente la variación étnica. Por eso, en estas luchas de liberación nacional pesa tan poco la política".

O esto otro:

Una publicación, titulada Quaderns del Separatisme, atribuida a la entidad Nosaltres Sols, archivada en la Universitat Autónoma de Barcelona señala que "según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación y Ciencia español da una clara ventaja a los catalanes. La progresiva degradación racial española puede contagiarse a los catalanes debido a la fuerte inmigración, los frutos se pueden ver si observamos la diferencia caracteriológica entre el hombre del campo, no contaminado por la estirpe española, y el de las ciudades. El carácter trabajador y europeo del catalán es un factor anímico bien contrario al vago y proafricano español. Por todo eso tenemos que contar y considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la española y por tanto el catalán es superior al español en el aspecto racial".

Este es el señor al que homenajeó Torra, a quien apoyan ahora grupos que se pretenden progresistas.

Después del Holocausto, apelar a la raza como forma de discriminación tiene poca venta desde el punto de vista político. Hoy se necesitan otros instrumentos para el mismo fin, el idioma es uno de ellos.  El idioma y también la lengua.

El nazismo alemán basó su éxito social en la manipulación del lenguaje. Se inventaron términos nuevos para estructurar una ideología criminal, pero lo más importante, es que consiguió vaciar el contenido semántico de muchas otras palabras para rellenarlas de un  nuevo significado favorable a sus propósitos totalitarios. Ni más ni menos, esto es lo que se hace ahora con el término facha, cuando se aplica, con notable desconocimiento, a cualquiera que discrepa de la forma de pensar de quien insulta.  

Victor Klemperer fue un filólogo judío que sufrió la Alemania nazi y que se dedicó a observar cómo el totalitarismo fue cambiando la lengua como paso necesario  e imprescindible para su  dominio de las masas. Escribió “La Lengua del Tercer Reich”  de donde  extraigo estas palabras:

“El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente”

Y más adelante: “el lenguaje no sólo piensa y crea por mi, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad síquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con la que me entrego a él.”

Y por último: “Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga, sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico.”

Pues eso.

Esta práctica con el lenguaje es solo una parte de la estrategia totalitaria. Otro de sus pilares es la marginación, estigmatización, aislamiento y extirpación del cuerpo social del disidente, del oponente, del judío. Una política milimétricamente diseñada y eficazmente aplicada. Aquí, en nuestra tierra la hemos vivido hasta hace bien poco y todavía resurge en casos como el de Alsasua con las familias de las novias de los Guardias civiles agredidos.

Bien cerca de nosotros tenemos los casos reflejados en “Patria” de Aramburu, en el que se  recuerda cómo  se sometía a los futuros asesinados a una muerte social: primero se aísla el mal y luego se extirpa quirúrgicamente y por si la extirpación no ha sido limpia y precisa, para que el mal no se reproduzca continuamos con la cauterización del entorno de la víctima, familiares o  amigos, haciendo que el resto del cuerpo social los repudie como mal que son y peligro para la unanimidad que propone el asesino totalitario.

Esto tiene un doble beneficio para los autores de estas campañas orquestadas: eliminan al discrepante y crean un ambiente del temor en el resto de la tribu; nadie quiere ser objeto de semejantes prácticas, por tanto lo mejor es abrazar el relato dominante y no salirse del guion, ni meter ruido, no complicarse la vida y mirar hacia otra parte.  Para que esta muerte civil o física se produzca antes ha tenido que tejerse una cadena de agentes, un puzle siniestro que empieza con el difamador, sigue con el “bulista”, que  ayuda a viralizar el bulo, el oportunista que hace el vacío a la víctima, el chivato que se encarga del seguimiento y, finalmente, el asesino que cierra el círculo criminal con un tiro en la nuca.

Pues bien, con el tema Alsasua se procede de esta forma: Ya se ha comenzado desprestigiando a la Administración de Justicia. Con el tema de La Manada sanferminera, ya se ha adelantado buena parte del trabajo, en este aspecto. Ahora solo queda montar un relato que contradiga radicalmente el fallo judicial. Se cogen, para ello, los testimonios que  conviene y se silencian otros: los que permitieron a los jueces emitir sentencia condenatoria. Se victimiza a los agresores y se demoniza a las víctimas. Se establece la idea fuerza, la gran expresión, el leit motiv: “montaje policial”.

Se aporta un video donde aparecen las madres de los agresores para provocar solidaridad afectiva. Se llega por lo emocional, los hechos no importan. Pero es igual, el relato ya se ha montado, se difunde miles de veces entre quienes ni siquiera se han informado por otras fuentes sobre los hechos, y  ya tenemos organizada una “manifa”. Nada nuevo que no se haya hechos cientos de veces. La agitación y la propaganda se repiten con una cadencia cansina desde hace decenas de años, sus métodos y técnicas son tan burdos que sorprende como todavía pueden arrastrar a muchos. Hay a quienes los hechos probados y las sentencias, que valoran los testimonios diversos y juzgan actuaciones, no les merecen la más mínima consideración, si van en contra de su relato, de sus mitificaciones y de la versión de los “suyos”.

Los hechos tal como los relata la sentencia, son para muchos irrelevantes:

La sentencia considera probado que los Guardias Civiles y sus novias acabaron rodeados por unas 25 personas que les gritaban para que se fueran con expresiones como “os vamos a matar por ser guardias civiles”, “hijos de puta”, “picoletos”, “cabrones” o ”txakurras”. Se hizo "una especie de pasillo" y, al pasar los guardias y sus parejas, fueron agredidos por los acusados y un “número importante de individuos que se iban congregando y que no han llegado a ser identificados”.

Una de las patadas le rompió la tibia y el peroné al teniente, que estaba en el suelo. Y uno de los condenados se dirigió a la novia del sargento con el dedo en alto, en tono intimidatorio: “Esto os ha pasado por bajar al pueblo. Cada vez que salgáis os va a pasar lo mismo”.

Para la Sala, no se trató de “una pelea de bar o de un pequeño incidente o discusión”, por “la actitud de brutalidad adoptada por los acusados", la "violencia verbal de los insultos" y las amenazas, y porque las víctimas no fueron auxiliadas, más que por el dueño del bar que ofreció su chaqueta a uno de los agredidos.

Y alguien me puede decir: ¿Por qué crees la versión de los jueces?

Por varias razones: creo que salvo excepciones tenemos unos buenos jueces, tenemos un sistema de los más garantistas de Europa en cuanto a la presunción de inocencia de los acusados, tenemos una estructura judicial que permite resolver, en apelaciones, los fallos que puedan estar mal fundamentados. Creo que presionar a la Justicia con manifestaciones como en el caso de la Manada o en este de Alsasua es no creer en la separación de poderes y por lo tanto no creer en la democracia.

Pero hay más razones por la que creo lo que dicen los jueces.  Una de las chicas llevaba en Alsasua bastantes años. No creo que quisiera  arriesgarse a tener que  marcharse  por una pelea sin sentido, tal y como ha sucedido. Finalmente, la forma de actuar de los agresores no es nueva ni excepcional. Se ha venido practicando durante muchos años.

Para terminar, Schopenhauer escribió un precioso libro titulado, “ El Arte de Tener Razón” en el  que apunta 38 estratagemas retóricas para utilizar en los debates. La última de ellas es la del insulto y la descalificación  personal del oponernte.  Dice que se utiliza cuando no se tienen suficientes recursos ni intelectuales ni argumentales y recomienda que se  emplee  sólo cuando se va perdiendo. Insultar es lo que hacen  quienes tachan de fascistas a los que no piensa como ellos. Yo les recomendaría que se lo miraran un poco. Huelen a derrota dialéctica.

Carta enviada por José Ramón Ganuza.

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