• martes, 16 de abril de 2024
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Opinión / Desde Baluarte

Hablar con Haydn

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del segundo concierto de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Navarra, con Pablo Ferrández como solista al violonchelo. 

Pablo Fernández, al violonchelo, junto a la Orquesta Sinfónica de Navarra. FOTO OSN
Pablo Ferrández, al violonchelo, junto a la Orquesta Sinfónica de Navarra. FOTO: OSN

Jueves, 19 de octubre, a las 20:00h en el Auditorio Baluarte.

Segundo concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra.

Director: Andrew Gourlay.

Solista: Pablo Ferrández (violonchelo)

Asistencia: media entrada.

Programa

Sinfonía nº 31 en Re mayor, K.297 (300a), “París”, de W.A Mozart (1756-1791)

Primer concierto para violonchelo y orquesta en Do mayor, de F.J Haydn (1732-1809)

Sinfonietta para orquesta, de Francis Poulenc (1899-1963)

HABLAR CON HAYDN

Cuando René Descartes enunció su “cogito, ergo sum”, alimentó sin darse cuenta uno de los grandes problemas de la filosofía moderna: el solipsismo. La razón, llevada hasta sus últimas consecuencias, era incapaz de distinguir si el mundo exterior es por sí mismo o sólo se trata de un producto de la conciencia humana. Y Machado dijo en versos: “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve”.

Pero el filósofo francés conocía una manera de salvar el abismo (tiempo, dolor, ideas) entre la mirada de dos seres humanos: “leer es conversar con las mentes del pasado”. En el escenario del Auditorio Baluarte, Pablo Ferrández supo retomar la conversación con el Concierto nº 1 en Do mayor de Haydn donde otros grandes chelistas la abandonaron.

Desde el primer acorde, Ferrández se alejó de lo convencional en uno de los conciertos más interpretados en la historia de su instrumento. Ninguna frase sonó sin intención: enérgico, complejo y profundo, el músico hizo hablar a su chelo en infinitas tesituras con una técnica impecable.

En la cadencia del primer movimiento, coloreó su versión con un sul ponticello (“sobre el puente”, en italiano: técnica que produce un sonido metálico y áspero al pasar el arco directamente sobre el puente del instrumento). En el adagio, aunque sereno y regular en su tempo, el chelista conmovió al público de Pamplona con un sonido y matices delicadísimos.

El tercer movimiento, vertiginoso, arrancó los aplausos del Auditorio. Como propina y “para continuar en Do mayor”, Fernández regaló la Sarabanda de la Suite nº 3 para violonchelo. Tocando su música cerebral y desnuda, terminó conversando con J.S Bach en el escenario.

La Orquesta Sinfónica de Navarra, a las órdenes de Andrew Gourlay, acompañó de manera eficaz al chelista. Quizá en el primer movimiento quedaron atrás en profundidad y en tempo. Mejor fue su interpretación de la Sinfonía “París”, de W. A. Mozart. La obra, compuesta ad hoc para una orquesta parisina, se ajusta desde el primer coup d’archet (toda la cuerda tocando al unísono) a la moda musical francesa del siglo XVIII.

La batuta de Gourlay optó por un tempo más bien ligero que, en alguna ocasión, no se correspondió con el de la Orquesta, que se quedaba atrás. En el andante (la primera versión que escribió Mozart), el director jamaicano supo conjugar la serenidad de la sinfonía dieciochesca con una sensibilidad a la que la Orquesta respondió con acierto.

En la segunda parte, la Sinfonietta para orquesta de Francis Poulenc. Con carácter efectista y en ocasiones de danza, la obra requiere una gran presencia de la sección de viento (sobre todo en los solos de trompa y clarinete) y del arpa, que cumplieron de sobra con su función. Salvo algunos desajustes en el comienzo del cuarto movimiento, la cuerda también participó con notoriedad en la obra.


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