• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Desde Baluarte

La Sinfónica de Navarra estrena temporada y batuta en Baluarte

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del primer concierto de la temporada 2018/2019 de la Orquesta Sinfónica de Navarra, junto con el Orfeón Pamplonés celebrado el viernes, 5 de octubre en el Auditorio Baluarte.

Ensayo general de la Orquesta Sinfónica de Navarra con el Orfeón Pamplonés. PABLO LASAOSA 13
Manuel Hernández-Silva durante el ensayo general de la Orquesta Sinfónica de Navarra con el Orfeón Pamplonés. PABLO LASAOSA

Cuando Beethoven estrenó su Sinfonía núm. 1, un crítico de la época la describió como “una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo”. Para el público que hoy conoce las nueve sinfonías del genio de Bonn, la primera suena comedida y clásica, aunque causó un gran revuelo en su tiempo.

Manuel Hernández-Silva, que ya ha dirigido en otras ocasiones a la Sinfónica, supo resaltar la provocación de este Beethoven tímido y todavía en desarrollo. El hispano-venezolano se estrenó en el primer concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Navarra como director titular y artístico.

Comenzó con un primer movimiento contenido y creciente en tensión gracias a unas pausas acertadas. La sección de cuerda de la Sinfónica de Navarra respondió a las indicaciones del maestro con fuerza y alcanzó el cuerpo y la atmósfera necesarios en Beethoven.

Hernández-Silva rara vez marcó el tempo en la primera parte del concierto. Salvo lugares delicados, su dirección fue orgánica, clara y viva. Como si la música realmente emergiera de sus gestos. El Menuetto, “caricatura de Haydn”, resultó algo desdibujado. La Orquesta no estuvo del todo empastada y perdió fuerza en el quizá más interesante de los movimientos.

En las escalas que introducen el último movimiento, criticado en su momento por un cierto infantilismo, director y orquesta aportaron una dirección acertada a la música, que continuaría llena de personalidad y carácter hasta el último acorde.

Algo menos arriesgado se mostró Hernández-Silva en la segunda parte del concierto: la “Gran Misa” en Do menor de Mozart. Es la primera obra religiosa de este tipo que el compositor austríaco escribió sin responder a un encargo, sino como voto para su matrimonio con la soprano Constanze Weber.

El Kyrie de Hernández-Silva fue pesante, trágico y poderoso. Quizá demasiado pausado en momentos puntuales, pero controlado. Gracias a unos matices extremos, bien colocados y efectistas, la Sinfónica de Navarra ofreció un acompañamiento con personalidad. Los puntos débiles, demasiado volumen en los metales y algunas dificultades para acompañar en tempo a los cantantes.

La Misa de Mozart incluye algunas texturas de contrapunto complejas que fueron probablemente inspiradas por Bach. La intervención del Orfeón Pamplonés fue muy solvente, incluso en las fugas más delicadas como la del Gloria o el Sanctus (Hosanna in excelsis). La masa coral tuvo un volumen adecuado y un timbre especialmente conseguido en los pianos.

La soprano Raquel Lojendio cuenta con un buen volumen y un timbre redondo. Su intervención en el Kyrie, una de las más bellas de la Misa, fue quizá demasiado romántica. Aunque Lojendio posee una gran técnica y colocación de la voz en el registro agudo, su Et incarnatus est resultó pesado, poco ágil y con un fraseo y respiraciones poco habituales en Mozart. La interpretación más que correcta de Lojendio sin duda hubiera brillado en un repertorio más romántico.  

La voz de María Hinojosa resultó más nítida y ligera, aunque con algo menos de volumen y serenidad que la de la soprano tinerfeña. Destacó su dominio de la técnica ornamental del bel canto y el control de sus reguladores, con un fraseo más corto y adecuado, que empastó a dúo con Lojendio.

Las intervenciones de Pablo García López fueron correctas, con una sensibilidad y fraseo acertados, pero pasaron desapercibidas por un volumen algo insuficiente. Acompañado de las dos sopranos, su buen timbre no destacó demasiado y quedó en un segundo plano.

Algo parecido le ocurrió al barítono Tomeu Bibiloni: a pesar de contar con una voz redonda y agradable, especialmente en los agudos, no logró empastar adecuadamente con el resto de solistas.

La nueva batuta titular de Hernández-Silva es de un estilo muy distinto al de su predecesor. Supo dónde podía correr riesgos e introducir su personalidad, y defendió con éxito una Gran Misa anónima en algunos puntos, pero con equilibrio. Entre la exaltación y el miedo, entre lo sacro y lo trágico: toda una premonición del Réquiem de Mozart.

FICHA

Viernes, 5 de octubre, a las 20:00 h en el Auditorio Baluarte. Primer concierto de la temporada 2018/2019 de la Orquesta Sinfónica de Navarra, junto con el Orfeón Pamplonés.

Director: Manuel Hernández-Silva (titular)

Director del Orfeón: Igor Ijurra

Raquel Lojendio (soprano), María Hinojosa (soprano), Pablo García López (tenor), Tomeu Bibiloni (barítono)

Programa:

Sinfonía núm. 1, en Do mayor, de Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Misa en Do menor, “La grande”, K 427 (417a), de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)


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