Llegó la hora de las promesas, de las palabras, de las ofertas, del viejísimo "y tú más" que ahora se transfigura en lo contrario: "y yo más";
- viernes, 13 de diciembre de 2024
- Actualizado 07:30
Llegó la hora de las promesas, de las palabras, de las ofertas, del viejísimo "y tú más" que ahora se transfigura en lo contrario: "y yo más";
Sobre un tenderete improvisado -y generalmente carísimo- cada opositor al poder extiende sus ofertas al respetable. Siempre ha sido así, claro, desde los famosos ochocientos mil puestos de trabajo de aquel PSOE a la bajada de impuesto de este PP. Pero ahora han llegado al mercadillo puestos nuevos con ofertas de todas clases y que, además, se hacen la competencia: "yo quito la religión de los colegios" dicen unos; "pues yo ofrezco una subidón del salario mínimo", responden otros; "nosotros cambiaremos la Constitución", gritan los del puesto de al lado y los que están enfrente se apuntan: "y nosotros también, pero no igual". Y la ciudadanía se pasea por ese mercadillo -que es lo que es una precampaña electoral- y mira los puestos y escucha las ofertas y se va quedando con las gangas que cada cual expone.
Vale, de acuerdo; pero al menos yo no me voy a conformar ya con escuchar cómo es el género que venden en cada tenderete y mucha gente como yo quiere saber algo más, quiere verlo, tocarlo, saber la composición de cada prenda y su calidad contrastada, conocer lo que se cuece en la trastienda y no se nos dice.
Toda esta metáfora -que se me va complicando en cada línea- se traduce en algo muy sencillo: lo que queremos saber, lo que yo quiero saber, es cómo piensa cada partido cumplir con sus promesas, de dónde va a salir el dinero pero de verdad, no vale decir que con una reforma fiscal a fondo, porque eso ya lo hemos oído muchas veces. Queremos que nos digan cómo se va a hacer cada cosa y cuándo se va a hacer y cuánto va a costar y cómo se va a pagar. No vale ya prometer una medida como bajar los impuestos para luego decir que eso se hará cuando se recobre la economía. A ese juego ya no entramos algunos, muchos, casi todos. No queremos saber que se va a derogar de un plumazo la reforma laboral sino qué otras medidas se van a legislar para sustituirla. Y lo mismo pasa con la educación: ni vale decir que se va eliminar todo ni vale argumentar que lo nuevo se va a hacer por consenso porque los llevamos oyendo desde el principio de la democracia. Y no sólo queremos saber cómo y cuándo se van a hacer las cosas que se prometen sino también con quién se van a hacer.
Porque ya no nos fiamos de casi nadie y los experimentos con aquel pentapartito balear o el tripartito catalán, todos terminaron más bien tirando a mal. Y ahora Convergencia -ahora- se da cuenta de que lo que exige las CUP pone los pelos de punta a su propio electorado histórico y dicen en Génova que Ciudadanos tiene dos varas de medir, una en Madrid con el PP y otra en Sevilla con el PSOE.
No pretendo que anuncien ya los posibles pactos pero que tampoco pongan rayas rojas que luego se van a borrar con la lluvia de los votos. No parece fácil que Podemos se una al PP para nada, pero que dejen claro en qué casos gobernarían con el PSOE y cuando el PSOE estaría dispuesto a gobernar con Podemos. Que Ciudadanos aclare -porque una cosa es la teoría y otra la gobernación- que un metro son cien centímetros en Barcelona, Sevilla o Madrid y que el PP no empiece con remilgos absurdos cuando sabe que él solo no va a ninguna parte. En el Apocalipsis, que es un libro muy recomendable para muchas cosas, se afirma una verdad tremenda: "Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".
Llevamos ya bastante democracia como para fiarnos de promesas electorales y estamos hartos de sorprendentes pactos que no hubiéramos admitido y que hubieran cambiado tal vez nuestro voto. Por una vez en su vida, que todos hablen claro, que razonen lo que dicen, que no hagan frases sino cuentas y que digan con quien estarían más cómodos en el caso -parece que más que evidente- de tener que apoyar a otro partido para gobernar el país.