• sábado, 20 de abril de 2024
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La izquierda y los aberchándales odian a la mitad de las mujeres

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Ayer martes, 8 de marzo, día de la mujer, mi pensamiento estuvo sobre todo con las mujeres que no son de izquierda. Esas grandes olvidadas y a las que la izquierda tiene desde hace décadas invisibilizadas.

Manifestación en Pamplona durante la celebración del 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer. PABLO LASAOSA
Manifestación en Pamplona durante la celebración del 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer. PABLO LASAOSA

Dicen que es de Shakespeare pero podría ser de Churchill, al que se le atribuyen todas las citas pensadas y las que aún no lo han sido, qué más da, el caso es que, la soltara quien la soltase, es perfecta: "Qué hermosa apariencia tiene la falsedad".

Así es la relación con las mujeres que tiene la izquierda, aberchándales incluidos, que bajo una hermosa apariencia es más falsa que un billete de seis euros.

Ayer martes, 8 de marzo, día de la mujer, mi pensamiento estuvo sobre todo con las mujeres que no son de izquierda. Esas grandes olvidadas y a las que la izquierda tiene desde hace décadas invisibilizadas. Por no considerarlas, no las considera ni mujeres a las mujeres que no son de su cuerda.

La izquierda tiene un problema histórico con las mujeres, el nacionalismo ni te cuento, que directamente las manda a planchar ikurriñas. Cuando no les mete un tiro en la cabeza por salirse de la disciplina. Qué se habrá creído esta. Pumpún. Yoyes al hoyo. La izquierda aberchándal, siempre tan matxirula, con Pertur tuvo más consideración, se lo bajaron sin tanta publicidad, sin que sonara a escarmiento supino, como un mero trámite administrativo, simplemente porque era tío.

El problema de la izquierda es que, desde siempre, a las mujeres que no son de izquierdas ni las considera mujeres. Recuerden aquel alegato del Psoe contra Clara Campoamor cuando defendió el sufragio femenino durante la república. No nos conviene, expusieron los socialistas, porque las mujeres estarán condicionadas siempre por sus maridos a la hora de votar. No son seres humanos plenos que puedan disponer de su voto, dejaban siempre la insinuación en el aire... porque no nos votan, porque con las mujeres de su espectro político, las que les votaban, con esas no tenían problema alguno.

Si una mujer votaba conservador no era por iniciativa propia, siempre tenía la sombra de la sospecha encima, en cambio, si lo hacía por la izquierda, era un acto guiado por la reflexión y el convencimiento personal, sin presión externa alguna. Como si no hubiera maridos violentos en la izquierda que pudieran condicionar el voto de sus mujeres. Yo qué sé, sin ir tan atrás en el relato, Eguiguren, el presidente del partido socialista vasco, el que negoció con Otegi que eta vencía porque no era vencida, fue condenado por hostiar a su mujer y nunca pasó nada. Ahí siguió en el machito, nunca mejor traída la palabra, sin que ninguno de sus correligionarios le obligara a dejar el partido por ejercer violencia contra una mujer.

La derecha mientras tanto iba haciendo, con Aznar se fueron multiplicando alcaldesas de capitales de provincia, presidentas de comunidad, las dos cámaras españolas, el senado y el congreso, estuvieron presididas por primera vez por dos mujeres al mismo tiempo, ministras a puñados... hasta hoy, que el mayor activo que tiene la derecha es una mujer, Isabel Diaz Ayuso, a la que se le ataca desde la izquierda más como mujer, al grito ingenioso de está ida, ida, es decir, una mujer loca, lo de siempre, que como política.

Que la derecha valora más a la mujer es que ni cotiza. ¿Hace cuantos años que UPN tuvo ya una mujer presidenta del partido y alcaldesa de Pamplona y presidenta de Navarra? Nadie en la izquierda valoro aquello. Es más, también por ser mujer fue denigrada. El aberchandalato disfrutaba gritándole sesudas sentencias. Por un lado la de "la última puta del Ben-Hur (un puti de Irroña), es la Barcina" y la otra, aún más elaborada, que consistía en rimar consonantemente las palabras Barcina y cocina: "Barcina a la cocina".

También le mandaban a Burgos, pero eso no era por ser mujer, eso era por extranjera española nacida en la ciudad castellana. Machismo y xenofobia, nadie en la izquierda ni en el aberchandalato se solidarizó con ella, ni mucho menos pidió perdón por aquello.

Como nadie se solidarizó desde el aberchandalato ni desde la izquierda cuando le compusieron una canción que llamaba en el estribillo a abofetearla y en la que se hacía referencia en una de las estrofas, incluso, a que su útero estaba seco. El alcalde del partido de la eta premió a la compositora con una actuación en los siguientes Sanfermines en el escenario estrella de la fiesta. Nadie en la izquierda se opuso tampoco. El concierto se llevó a cabo. Hace cinco años de aquello, no décadas, por contextualizar. Ese es el feminismo de esta gente. Un feminismo que odia a la mitad de las mujeres. Un feminismo que solo busca rascar votos desde su falsedad. Y eso es todo.


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