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Opinión / Tribuna

El Gobierno de Navarra, incapaz de empatizar con la hostelería

Por Carlos Pérez-Nievas

El autor reflexiona en este artículo sobre las medidas restrictivas implantadas en Navarra en bares y restaurantes y el daño que sufre el sector más perjudicado, sin las ayudas necesarias. 

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Manifestación de los hosteleros para salvar el sector. ARCHIVO.

La hostelería, muy a su pesar, se ha convertido en el centro de la polémica política debido a las restricciones que se han tomado. Es una obviedad científica que la enfermedad se transmite por aerosoles, por lo que, mientras no se llegue a cuotas de vacunación masiva, es necesario potenciar medidas profilácticas y evitar concentraciones de personas en espacios cerrados. Más aún si en esos espacios se deben quitar las mascarillas. Por este motivo, bares, restaurantes y locales de ocio nocturno fueron, desde el primer momento, cerrados, tras la constatación de que la pandemia mundial se había descontrolado. 

Nadie cuestiona esta realidad, ni nadie pide que se vuelvan a abrir locales sin restricciones, pero ha pasado más de un año, y, mientras todos los sectores han reiniciado su actividad (con cambios sustanciales en muchos casos), la hostelería y el turismo viven, todavía hoy, una peor situación de anormalidad. En concreto, en Navarra es donde más duras han sido las medidas y donde la presidenta Chivite, la consejera Induráin y su socia, la expresidenta Barkos, se niegan a flexibilizar las mismas, bajo el pretexto de que la situación no lo permite.

En este punto conviene analizar la situación y concluir si estas limitaciones están justificadas, comparando con otros sectores, también sensibles, para ponderar la dureza de las medidas adoptadas. En primer lugar, los datos de dónde se producen los contagios en Navarra son un misterio. No se publican. Es obvio que deberían ser conocidos, puesto que los rastreadores se encargan de hacer un seguimiento de las personas contagiadas y, por tanto, donde se han producido sus contactos. ¿En comidas de trabajo? ¿En reuniones familiares? ¿Por transmisión de jóvenes que han podido contagiarse en el colegio o en la universidad? ¿En un bar? ¿En un restaurante? ¿En un concierto? 

Por tanto, si el Gobierno decide mantener cerrada la hostelería, tenemos que pensar que se justifica en datos que solo ellos conocen. Pero ha resultado que, el 1 de abril, con datos de contagio muy bajos, se decidió cerrar el sector para controlar la pandemia y, desde ese día, los contagios se han disparado en Navarra hasta ser la comunidad con la tasa más alta de incidencia. Y nadie sabe por qué. Y siguen las restricciones. Y sigue la ruina para miles de negocios

Solo Navarra y Cantabria mantienen, a fecha de hoy, el cierre generalizado de interiores. Las demás comunidades tienen la apertura con limitaciones de aforos y distancias como norma, y el cierre, dependiendo de tasas de contagios, como excepción. No se entiende que, con estas restricciones, una unidad familiar no pueda el fin de semana ir a comer a un restaurante, manteniendo suficiente espacio entre mesas. O que no se autoricen aperturas limitadas con control de la calidad del aire. O que no se permitan desayunos y comidas con aforos restringidos y distancias. Eso pide el sector. No una apertura indiscriminada. Que lo hagan otros no es justificación, porque el daño que se causa a miles y miles de personas es mayor que el que se trata de evitar. Francia, con todo cerrado durante meses y las tasas de contagios disparadas, es un ejemplo. Navarra en esta última ola también. 

En nuestros colegios, se han contagiado y han estado en cuarentena miles de niños este curso, pero no se han cerrado, por el daño irreparable a su desarrollo que podría ocasionarse. La hostelería es el 10% del PIB de Navarra. Son miles de empleos, de familias, de negocios de años de esfuerzo a los que se está asfixiando y que no pueden más. Son más de tres mil empleos ya perdidos y otros miles en riesgo. Los sindicatos y partidos de izquierda se preocupan y se manifiestan por cierres empresariales con 50, 100 ó 200 trabajadores, ¿y se callan, como si nada pasara, cuando son miles de trabajadores de un sector los que van al paro?

En relación con las ayudas al sector, son insuficientes y no van a impedir el desastre. Además, la presidenta no dice la verdad sobre la cuantía. En la primera convocatoria, de veinte millones, se quedaron más de seis sin adjudicar. En la segunda, de 18,5, a fecha de 22 de abril, se habían pagado solo diez. ¿Y por qué? Porque, por ejemplo, si tienes deudas con Hacienda y Seguridad Social, no puedes solicitarlas, y son centenares quienes después de un año casi sin trabajar y pagando alquiler y gastos fijos de luz y agua no han podido afrontar pagos. 

Si “solo” has perdido el 20% de tu cifra de negocio, la ayuda es cero. Si tuviste la mala suerte de abrir en 2020, también te tocan cero euros, porque no tienes datos de 2019 para justificar pérdidas. La mayoría está recibiendo la ayuda mínima de 1.710 €. Las pérdidas en hoteles son millonarias, pero la cuantía máxima son 75.000 €. Estas pérdidas no son por una mala gestión, sino porque el Gobierno ha ordenado su cierre. Veremos, al final, si no prospera alguna reclamación patrimonial frente a la Administración. No sería descabellado pensarlo. 

En definitiva, la pandemia ha obligado al sector a reinventarse y lo ha hecho, pero el Gobierno de Navarra ha sido incapaz de empatizar con su situación. Lo ha señalado como culpable y lo ha desquiciado con oscurantismo y desconcierto. La hostelería solo quiere que le digan cómo, pero que le dejen trabajar. Para sobrevivir. Para no quedarse atrás.
 

Carlos Pérez-Nievas es coordinador de Ciudadanos en Navarra y parlamentario de Navarra Suma. 


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