• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Desde el periscopio

Del euskera a Dios sabe qué…

Por Cartas desde mi submarino en el Arga

Unos nacionalistas hace unos pocos años decidieron que, si querían hacer realidad aquello de “una lengua, un pueblo”, necesitaban que todos hablaran el mismo idioma y se inventaron una cosa que llamaron Batua

Manifestación en favor del euskera por parte de los partidos nacionalistas en Navarra. ARCHIVO
Manifestación en favor del euskera por parte de los partidos nacionalistas en Navarra. ARCHIVO

Me he despertado esta mañana en el estrecho pero ya muy entrañable camarote situado a la proa de mi submarino “Foralico” con una sensación de confusión cuyo origen estoy todavía intentando desentrañar mientras apuro un café negro y fuerte. Y amargo, que hay que tomarlo bien amargo para que las ocurrencias que la vida nos depare a  lo largo del día resulten más dulces.

Ayer fondeé mi submarino junto al puente de Miluce, un lugar tranquilo y apacible en el que me encanta amanecer. Con mi café todavía humeante en la mano, subo el periscopio para disfrutar de la paz de la zona y enseguida saltan a mi mente esos valles prepirenaicos y pirenaicos de nuestra rica geografía. Tan rica y variada, que los antiguos habitantes de los mismos, según cuentan, no se entendían entre ellos. Dicen que el euskera que hablaban en un valle y en otro era tan diferente que, como digo, ni se entendían. Ya no te digo lo que podría ser comunicarse con el de tres o cinco valles más allí. 

Y es por eso que unos nacionalistas hace unos pocos años decidieron que, si querían hacer realidad aquello de “una lengua, un pueblo”, necesitaban que todos hablaran el mismo idioma y se inventaron una cosa que llamaron Batua, que como bat es uno, pues que digo yo que debe de querer decir algo así como unidad. Y entonces resultó que ninguno de los antiguos euskohablantes se entendía con los nuevos batuaeuskohablantes. Y por ello, a los primeros, a los que habían mamado desde pequeñitos el euskera en sus casas les castigaron y no les dejaban enseñarlo en las escuelas porque su euskera ya no valía para entenderse. 

Y así pasamos del euskera al batua, que al ser este último de nuevo cuño, pues tenía la gran virtud de ser enormemente adaptable a cualquier nueva situación. Y así surgió una variante del Batua, el Batua Diskurrido que aportó novedosos e interesantes vocablos entre los que destaco los creados por mi buen amigo Javiereldelatinto, que tiene a gala ser uno de los principales aportadores de entradas, como Epa (hola), Hiiiieeppp (Hooola), Hieeepaaa (Hola/hala!!) o también Etxaquilarena (albañil), Egun off (buenas noches), Avertxalé (inmobiliario), Aeroneska (azafata)... 

Otras entradas de gran calado para la conformación del Batua Diskurrido son: Telefonua (teléfono), Aireportua (aeropuerto), Portua (Puerto), Irun (Irun).  

De nuevo los nacionalistas se pusieron a pensar tras una aciaga noche electoral en Navarra y decidieron que, ya que los navarros no estábamos por la labor de aprender un nuevo idioma por imposición, pues que deberíamos hacerlo por el sentimiento amoroso hacia lo nuestro y que lo mejor era no decir ya más Batua, sino Lingua Navarrorum con lo que el euskera pasaba de ser una lengua ajena e impuesta a ser nuestro idioma.

Y todo ello con el mágico toque de cambiar el titular. Pero nada, que sigue sin colar, que los navarros, cabezones como nadie, hemos decidido aprender unas pocas palabras para saber de qué va el asunto y ya está. Kampora (Fuera!!!), Txakurras (Perros!!!), Euskal Presoak, Nafarroa Euskadi da (Navarra es Euskadi),  Itoizez (es el nombre de un pantano) , TAVez ( el de un tren), Autobiarikez (el de una carretera), Yesaez (otro pantano)…

Bueno, pues eso, que a la vista de las palabras que nos han enseñado del euskera y que nos las vociferan un día sí y otro también en manifas, algaradas, txistorradas reibindikatibas, koncentracioas, koordinadoras antitodo… esta mañana he decidido que el Euskera, que luego se llamó Batua y de ahí pasó a Batua Diskurrido y finalmente a Lingua Navarrorum, a partir de hoy y por lo que a mí respecta, pasa a denominarse Lingua Cabreorum, la lengua de los cabreados. 

Aclarado el origen de mi confusión matutina y apurado mi café ya frio, bajo el periscopio y procedo. 


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