El escenario que dibuja la nueva composición del Congreso de los Diputados es endiablado y muy difícil de administrar.Es verdad que se ha acabado el tiempo de las mayorías absolutas y del bipartidismo PP-PSOE. Ambas cosas, en teoría, deberían servir para regenerar el sistema y reavivar nuestra joven democracia.
De momento, el PP ha conseguido una amarga victoria, porque ha sido el partido más votado -dejándose por el camino 3.600.000 votos y 63 escaños respecto a los resultados del 2011- pero va a tener muy difícil, por no decir imposible, lograr la mayoría suficiente para formar un gobierno estable. La mayoría absoluta está en los 176 escaños, por lo que aunque consiguiera el apoyo de Ciudadanos, el hipotético gobierno de Rajoy tendría el respaldo de 163 diputados.
¿Con quién más puede pactar el PP?: ¿con los nacionalistas catalanes que están metidos de hoz y coz en el proceso separatista de su Comunidad?; ¿con el PNV que aparte de que sólo tiene 6 diputados, tiene unas elecciones autonómicas el año que viene en las que tendrá que hacer frente al tándem Bildu-Podemos y al que por tanto no le conviene prestar su apoyo al PP? Muy mal lo tiene Rajoy para seguir cuatro años más en la Moncloa.
Teóricamente, el candidato mejor colocado para aspirar a la Presidencia del Gobierno es Pedro Sánchez. Paradojas de la política: con el peor resultado que el PSOE ha cosechado en la historia reciente de nuestra democracia, el líder socialista puede convertir una derrota en una victoria. Para ello tendrá que conseguir el apoyo de Podemos, de los dos diputados de IU y como con ello no será suficiente, tendrá que sumar los 9 escaños de Esquerra Republica, los 6 del PNV e incluso los 8 de Democracia y Libertat, la nueva marca de la antigua CDC. Es decir, un frente de izquierdas con el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes.
Uno de los grandes derrotados de estas elecciones ha sido Ciudadanos. Y aquí se produce otra paradoja de la política: irrumpir en el Congreso con 40 diputados es en sí mismo un magnífico resultado. Pero cuando esos escaños no van a condicionar la formación del futuro gobierno, tu importancia empieza a menguar. Amén de que las expectativas, reales o ficticias, creadas durante los últimos meses convertían al partido de Albert Rivera en la llave del próximo gobierno de España, relevando en ese papel a los nacionalistas. Desgraciadamente eso no va a ser así. Ciudadanos no condicionará nada, algo que sí seguirán haciendo los nacionalistas, es decir, aquellos que quieren que España deje de ser España.