Un escenario en el que Ciudadanos, el partido que votó a favor de la investidura de Rajoy, ha quedado desplazado y como en tierra de nadie. La cuarta pieza del tablero, Podemos, se encuentra más cómodo en la calle o en los "numeritos" antisistema que en el trabajo parlamentario del día a día.
Al final, Rajoy va consiguiendo poco a poco lo que fue su idea inicial desde la misma noche electoral de hace casi ya un año, el 20-D, cuando el PP ganó las elecciones generales con 123 escaños, muy alejado por tanto de la mayoría absoluta.
En aquellas circunstancias, Rajoy ya propuso un gran acuerdo con el PSOE, pero este partido, con Pedro Sánchez de máximo responsables, que había cosechado en dichas elecciones el peor resultado de su historia, 90 diputados, hizo oídos sordos a la oferta del líder del PP y prefirió buscar el entendimiento con Ciudadanos y con Podemos, algo que no logró y que supuso el principio del fin de Sánchez.
Es normal que con el actual mapa político, Rajoy prefiera pactar y llegar a acuerdos con el PSOE antes que con Ciudadanos. En primer lugar, por una pura cuestión aritmética: los actuales 85 escaños socialistas le garantizan una mayoría holgada para sacar adelante en el Congreso las iniciativas legislativas, algo que no sucede con los 32 escaños del partido de Albert Rivera.
Pero es que además, Rajoy es consciente de la necesidad de recuperar al PSOE para alcanzar una mínima estabilidad institucional, pensando en una legislatura donde el proceso secesionista impulsado en Cataluña por los partidos independentistas será un reto que exigirá el entendimiento y el acuerdo entre el PP y los socialistas.
Además, la grave crisis interna que ha vivido y sigue viviendo el PSOE sólo favorece, en términos electorales, a Podemos como así ponen de manifiesto todas las encuestas publicadas en las últimas semanas en las que el partido de Pablo Iglesias adelanta en intención de voto a los socialistas.
De eso también es consciente Rajoy, y aunque pueda resultar contradictorio con la ayuda que de manera indirecta le han prestado los largos tentáculos gubernamentales a Podemos en los dos últimos años, parece ser que el Presidente del Gobierno ha llegado a la conclusión de que es el momento de echar una mano al PSOE, para que este partido vuelva a ser el referente en el electorado de la izquierda en detrimento de las huestes de Pablo Iglesias. Lo dicho, el bipartidismo está de vuelta y los grandes perjudicados son sin duda los cada vez menos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos.