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Opinión / La vida misma

Paliza en fiestas: Alsasua

Por César Martinicorena

Una más. En esta ocasión ha sido física. Esta vez no se ha producido en forma de homenaje a algunos asesinos o a sus madres. Han fundido a palos a cuatro personas en plena madrugada. Son fiestas en el pueblo; no hay que perder las costumbres.

Dos guardias y sus parejas. En plata, se lo merecen. Hay que ser muy cabrón para ser de los verdes y atreverse a tomar unos jerigüéis en pleno pueblo. Eso es provocar y lo demás son hostias. A ver si nos enteramos de una jodida vez; puede que ya no maten pero aquí manda quien manda. ¡¿Estamos?!

Nació en Nueva York. No tardó demasiado en emigrar en busca de mejores oportunidades. Como tantos hombres afortunados consiguió alcanzar el famoso “sueño americano”. Esa horterada del “self-made-man”, el hombre hecho a sí mismo. No sin esfuerzo avanzó construyendo un imperio a su alrededor. Como otros grandes hombres, el altruismo llamó a su puerta cuando vio que podía devolver una parte de lo que tanto le había costado conseguir. Construyó unos comedores invernales para dar cobijo y alimentar a los necesitados; a los desfavorecidos por la vida. Se dice que en un invierno más de 250.000 hombres, mujeres y niños sobrevivieron gracias a la bondad de este hombre. Pero no se detuvo ahí. Ayudó al mundo de la cultura.

Demostraba su filantropía con un sincero interés por el mundo de la ópera : la adoraba.Todo un filántropo. Si uno lo piensa fríamente, no es de extrañar porque él salió del arroyo, como tantos. Pero no se olvidó de los que, como él, luchaban denodadamente por salir a flote y hacerse un hueco en unos Estados Unidos inmersos en una profunda crisis.

Ésta es solo una parte de la biografía de un hombre formidable que dedicó parte de su tiempo y riqueza a ayudar al  que no podía hacerlo por sí mismo. Su nombre, Alfonso. Su apellido, Capone. Al Capone, nato en Nueva York y emigrado a Chicago. Portento de los negocios, amante del béisbol- y de los bates- y procurador de bebidas espirituosas para el currela en la patria de Sir Air Jordan. Un ejemplo, vaya.

¿Se lo he vendido bien? ¿Ha colado? No creo, la verdad. Pues sean todos bienvenidos a alcaponelandia. Al refugio de las alimañas. Al parecer, el hecho de poder presentarse a unas elecciones imprime una legitimidad absoluta a tu ADN y a tu miserable vida.

Como dijera Machado-Antonio- “ la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Pues de frente; la verdad es que en mi tierra hay una patulea de hijos de Belial a la que le importa una mierda el final de ETA; de hecho, saben perfectamente no ha muerto. Saben que la época de las nucas no es rentable en este momento. Pero no radica ahí el problema. El dilema no es otro que la impertinente y nauseabunda necedad de los que desean y necesitan lavar la cara de las alimañas acudiendo al fin de las nucas-gruyere ya que ahora no hacen falta- como diría Pachi Zabaleta-. Veremos mañana.

La biografía- hagiografía- que mola a día de hoy no es la del Al Capone asesino. La del secuestrador. La del matarife. Hoy toca hablar de refugios invernales y de hombres hambrientos bien alimentados, aunque sea por Belcebú. Todo depende del prurito moral con el que uno observe a los mierdas. La paz, como en Colombia, no depende de que un asesino y sus huestes dejan de matar. La paz solo llegará de la mano de la Justicia- con mayúsculas- y del deseo de un pueblo por acabar con el monstruo.

 Acaban de apalear a unos guardias. En fiestas. Mil a uno. Mientras los decadentes hablarán de “poner palos en las ruedas de la paz y de la convivencia”, millones esperaremos anhelantes a que se haga justicia de una puñetera vez. Aguantaremos estóicamente a que un haz de luz venga acompañado de un miserable minuto de justicia. Un minuto de justicia que cargue, cual jinete del apocalipsis, contra los asesinos, los amigos de los asesinos, los que comprenden a los asesinos y los que comprenden-pero-no-comparten las formas de los asesinos.

 A día de hoy, en mi ciudad, en mi comunidad, Al Capone sería un respetado miembro de la sociedad. Un hombre de negocios que hizo mal la declaración de la renta y que, cumplida su pena, habría pasado a ocupar un sillón parlamentario. Aprobaría leyes y/o pondría-quitaría nombres a plazas y calles. Gozaría del favor de sus mesnadas navarras y españolas por haber dejado de matar. Le abrumarían con honores por haber conseguido la paz al haber dejado de matar.

Al carajo con esos apaleadores. Al carajo con todos ellos. En Navarra y en España. Iros al carajo ya que no os llevan a la puta trena. Basura de cobardes, lo que siempre fueron y ahora son. A la roca Tarpeia junto a esos profesores que os jalean, defienden y honran en sus clases-reuniones de secta.

Escoria.


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