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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

#NiUnaMenos

Por Esther Esteban

Al menos 15 mujeres han muerto en dos meses a manos de hombres con los que tenían o mantuvieron una relación de pareja, lo que ha que convertido al inicio de 2017 en el más sangriento en violencia machista desde que, en 2003, se comenzó a cuantificar las víctimas mortales en esta forma terrible de feminicidios.

A finales de febrero, el mes que acaba de concluir, se batió un récord negro y sangriento: cinco mujeres asesinadas en 72 horas.

Las cifras de esta nueva forma de terrorismo reflejan una realidad evidente que las mujeres siguen muriendo a palos en la intimidad del hogar, son acuchilladas en plena calle, ahogadas e incluso quemadas vivas, mientras nosotros seguimos entretenidos en el debate de si este tipo de hechos tiene un efecto dominó, de imitación o si debemos dar eco informativo o no este tipo de crímenes.

Lo importante no es eso sino ¿por qué?. ¿Qué pasa para las cosas sigan igual incluso peor?. Hemos hecho leyes, formado a jueces y policías especializados en este tipo de delitos, roto silencios y miedos, pero algo estamos haciendo mal para que los agresores sigan campando a sus anchas y repitiendo estereotipos de siempre. Y lo peor de todo es que cada día las víctimas son más jóvenes y la impotencia cada vez mayor.

Sabemos detectar los síntomas porque los parámetros son idénticos: primero los insultos, luego un empujón, la bofetada, la humillación, el ir minando poco a poco la autoestima, la amenaza con llevarse a los hijos..., y el infierno en la intimidad y la soledad del hogar.

Cuando ocurre lo peor... nadie ha oído nada, ni ha intuido nada. Y otra vez el silencio vergonzante de una sociedad incapaz de señalar como apestados a los cobardes. No son hombres corrientes sino asesinos de la peor especie y no es un calentón sino un arma letal capaz de arrasar con todo lo que debería cuidar y proteger.

27 de diciembre de 1997:

"Todo me de igual. Hoy le dicho Jesús que si no cumple sus amenazas de matarme lo haría yo. Quiero morirme no soporto sus continuas vejaciones, sus torturas.

Muchas veces me pega después de acostarse conmigo porque dice que es como hacerlo con un témpano de hielo, con una muñeca. Cuando me hace tanto daño que lloro se ríe y dice que disfruta más así porque verme sufrir le excita.

En alguna ocasión me ha quitado la ropa y me ha sacado a la calle de una patada dejándome fuera en ropa interior muerta de vergüenza. Otras veces me obliga hacer cosas que no me atrevo a escribir. ¿Nunca se le dicho nadie? ¿Como voy a contar que mi marido me hace eso?, que es un monstruo.

15 de febrero de 1998:

Hace unos días me tomé medio frasco de somníferos. Lo malo es que Jesús volvió casa tiempo de avisar una ambulancia. Dice a menudo que va matarme pero no me ha dejado morir. Me hicieron un lavado de estómago y estuve varios días en el hospital. No tengo ganas de seguir viviendo.

15 de enero el 2001

¡Por fin! Tengo en mis manos la sentencia del juicio contra Jesús por agresiones y abuso sexual. Lo condenan a siete años de prisión no podrá acercarse menos de 100 metros de mí durante cinco años a partir de salida de la cárcel y tendrá que pagarme como indemnización 1 millón y medio de pesetas.

Nada puede compensar el infierno por el que he pasado, pero estoy satisfecha de que se haya hecho justicia. Sin embargo ni me alegro por mí ni lo siento por Jesús. Hace mucho tiempo que no sé lo que es la rabia, ni la emoción. Hace mucho tiempo que no siento nada dentro de mi corazón. Nada".

Este relato forma parte de un libro publicado por la periodista Maite Suñer en el 2002 en el que bajo el título "maltratadas" recogía nueve historias reales de mujeres supervivientes de la violencia machista que ya he mencionado en otros artículos. Recuerdo que en su
momento lo leí con avidez, subrayé alguna de sus reflexiones y lo guardé -junto con otros muchos sobre el mismo tema- pensando que no resistiría el paso del tiempo.

En el mismo se decía que en el 2001, un total de 70 mujeres habían muerto a manos de sus parejas y solamente un 5% de las mismas habían presentado denuncia. Han pasado nada menos que 15 años y los casos descritos podrían ser de ayer mismo y el número de víctimas apenas baja de un año a otro.

El asunto es que debemos ir a la raíz del problema porque las cifras de la vergüenza están ahí aunque pretendan maquillarlas. Hablamos de la educación como el antídoto al machismo que esta detrás de todos estos crímenes horribles y efectivamente yo creo que esa es un arma importantísima pero no la única.

El machismo está incrustado en todos los poros de la sociedad y muchas veces es vergonzante por lo que hay que desenmascararlo en todos los frentes: el educativo, el social, el laboral y el familiar. En materia de igualdad se tardan años en conquistar derechos que se pierden en segundos y son muy difíciles de recuperar.

Por eso hoy 8 de marzo además de recordar aquel 8 de marzo de 1908 en el que las 129 trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York fueron quemadas vivas tras declararse en huelga para reclamar unas condiciones dignas de trabajo, es un buen día para recordar a todas las victimas de la violencia machista y el feminicidio. #Niunamenos, ¡Basta ya!.

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