En el borrador de las previsiones con las que Bruselas fija el marco de las negociaciones con Londres para llevar a cabo la desconexión figura un apartado (Punto 22) en el que se dice que "Después de que el Reino Unido deje la Unión, ningún acuerdo entre la UE y el Reino Unido podrá ser aplicado en el territorio de Gibraltar sin un acuerdo entre España y el Reino Unido".
En esta ocasión nuestra diplomacia ha sido diligente. El ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, entrevistándose en Bruselas con Michel Barnier, el comisionado para coordinar las negociaciones que apareja el "Brexit", ha conseguido la mención a Gibraltar que salvaguarda la posición de España ante futuras negociaciones.
Las maniobras de Fabián Picardo el primer ministro gibraltareño, se quedaran en lo de siempre: palabrería destinada al consumo político interno de los llanitos. Gibraltar no gozará de estatus especial en sus relaciones con la UE.
A todos los efectos y con todas sus consecuencias, "Brexit is Brexit", como dijo querer la señora Theresa May.
Gibraltar que, en esencia es una base militar británica, quedará de nuevo aislada en la punta Sur de Europa, acreciendo así su anacrónico carácter de territorio ocupado.
Dentro de dos años, en el momento en el que concluyan las negociaciones a las que aboca el abandono de la Unión, para Gibraltar y sus habitantes se acabarán las ventajas de la libre circulación de personas prevista en el Tratado de Schengen.
A partir de ese momento, quedará restablecido el control de fronteras y serán las autoridades españolas quienes decidan las normas de paso.
Quizá volvamos a oír otra vez: "Gibraltar español", el eslogan que sirvió de guía a los historiadores estudiosos del proceso que explica la existencia de la última colonia en suelo europeo. Paradojas u oportunidades del "Brexit".