Esto del nacionalismo, da igual dónde pongas la lupa, siempre es la misma monserga. Gobiernan, tienen todo el poder, pero a la vez van de víctimas: oprimidos, castigados, oh, pobrecitos, y blablablá. Lágrimas del pasado para que nublen, distorsionen y oculten la realidad presente.
Búscate un enemigo exterior para no tener que dar cuentas del desastre que tu poder ha montado en el interior. El clásico “nosotros contra ellos”. Y si se te ocurre decir: “Un momento, a ver, explíqueme eso mejor, ¿por qué se está usted forrando hoy?”, te responden que vas contra nosotros porque eres uno de ellos.
Unamuno lo explicó de forma más concisa y mucho más clara: el nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia. Y en eso volvemos a estar, en la indigestión de la mala historia, que todo depende de cómo te la cuenten.
Ahí está la presidenta mexicana, de origen lituano —su familia emigró a México más o menos en 1920—, muy indignada contra España porque hace quinientos años los españoles, no sé qué hicieron contra México y ahora les tenemos que pedir perdón. No hay día ni discurso en que no suelte su tabarra.
¿Y de qué hay que pedirle perdón exactamente? No lo sé. Tan pesada se ha puesto que al final me he parado a pensar un poco en el asunto. ¿Pedirle perdón porque un pueblo originario del actual suroeste de EEUU, como eran los mexicas, bajó en el siglo XIII, instauró un imperio alrededor de su capital, Tenochtitlán, fundada no hace milenios sino en 1325, y sometió a sangre y fuego a los pueblos que allí habitaban? ¿Porque cuando vieron llegar a 400 españoles se aliaron con ellos para derrocar a ese imperio sanguinario que los tenía martirizados? ¿De eso hay que pedir perdón a la lituana presidenta de México? Sinceramente, no entiendo a qué perdón se refiere ni por qué hace tal petición.
A lo mejor quien tendría que empezar por pedir perdón es México al México histórico. Los que sacaban corazones con cuchillos de obsidiana a niños para comérselos en las pirámides de Teotihuacán, o los que levantaban muros con cráneos en el Templo Mayor en el actual DF, no eran españoles; eran ellos mismos contra sí mismos.
La verdad de toda esta turra nacionalista, como siempre, es más prosaica. Hay que pedirle perdón a una lituana, camaradas, porque lo necesita para ocultar la realidad de que su México, hoy, es un corrupto narcoestado fallido, sumido desde hace décadas en una latente guerra civil.
Por no hablar de que su actual suelo patrio es el resultado de haberle regalado a Estados Unidos, ya independizados de España, la mitad de lo que llegaron a ser en tiempos del virreinato. Hasta hace un siglo y medio, California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming eran mexicanos. Pero no oirás a la lituana histórica reclamarle nada a los yanquis, que les meten un viaje que los dejan temblando. La bronca es contra España, que saben que no va a contestar. Y si contesta, Sánchez no tendrá problema en arrodillarse y humillarse si eso le favorece su estancia en Moncloa y los trinques para su PSOE. Y eso es todo.