Las operaciones especiales que la izquierda levanta para que parezca que no gobierna son de diez. Una década lleva el aberchandalato en el poder en Navarra y de todo sigue teniendo la culpa los otros.
Yo, como buen jubilado, me dedico a ver las operaciones políticas como otros compañeros míos pasan sus días observando cómo fragua el hormigón en las obras. Menudo espectáculo, tú.
Si se han dado cuenta, como la izquierda no es capaz de solucionar nada real, de lo que se puede tocar, toda la guerra política la ha trasladado al campo de batalla de la comunicación. Vivimos en el éter: de las redes sociales a las gritonas tertulias de las teles. Únicamente existen las palabras, que se las lleva el viento. Las crisis políticas ya solo son crisis de comunicación.
Qué tranquila ha vivido la izquierda que nos gobierna todo el verano con Palestina. Tenían el tinglado engrasadísimo, tanto, que para que no se hable de los problemas de acceso a la vivienda por parte de esos jóvenes —y que la izquierda no soluciona—, los han sacado a la calle para que se entretengan con Palestina.
Las operaciones especiales que la izquierda levanta para que parezca que no gobierna son de diez. Una década lleva el aberchandalato en el poder en Navarra y de todo sigue teniendo la culpa los otros. Me quito el cráneo. Son unos genios.
El caso es que, si se han fijado, se les ha venido un poco abajo ese suflé a las izquierdas en España. Hay que cocinar otro. Ya el tema palestino no vende tanto como hace unos días; no pueden utilizarlo tan alegremente contra la oposición. La huelga convocada para el día 15 de octubre va a sonar desafinada.
El mundo real trabajando por la paz y la izquierda trabajando por su cosecha de votos. Trump ha impulsado un acuerdo de paz avalado por los países de la zona y no de la zona: desde Egipto, pasando por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, hasta Indonesia y China. Incluso le hizo a Netanyahu llamar a Qatar desde su despacho en la Casa Blanca, con cámaras, para disculparse por la operación que se cargó en aquel país a la cúpula de Hamás.
Pero a la izquierda no le gusta: tuerce el morro. El hombre naranja discutiéndole el Nobel de la Paz a Sánchez, que, como mayor mérito, tiene haberse cargado la Vuelta Ciclista a España para que no se hablara de los chanchullos de su partido y de los de su mujer y hermano. Eso sí, por Palestina.
Si de ellos dependiera, que la guerra continuara, que los secuestrados israelíes no fueran liberados y que la culpa de todo la siguiera teniendo Yoko Ono… y el PP, que no se entera de nada, pero siempre pasa por ahí: problema que tiene la izquierda, colleja que se llevan los peperos.
El equipo de opinión sincronizada, por si acaso —que defender lo mismo que defiende Trump, aunque sea la paz, es intolerable—, ya ha sacado otro conejo de la chistera con el que darnos la tabarra: el aborto.
Anteriormente lo intentaron con el metro de Madrid, pero imagínate lo que nos puede a los pamploneses interesar los problemas del transporte público de Madrid con una huelga en el de Pamplona que arrastramos desde hace ya no sé ni cuántos meses. Va para el año, creo.
A ver cómo vendes una manifa en defensa del transporte público, contra Ayuso, teniendo la que tiene montada aquí el aberchandalato con las villavesas.
También te digo que, si se lo proponen, lo consiguen: la culpa de la huelga de las villavesas, cómo no, de Ayuso. Tritura la papilla con el pasapurés y a dar de comer a nuestras bases, que siempre tienen hambre contra la derecha.
Si aquí ya cuela todo. Mete un poco de cambio climático, que lo tenemos olvidado y se nos va a poner malo en la despensa. La lucha contra el cambio climático, por Palestina.
Y eso es todo.
