"Hoy, señoras, señoros, señores todes, vamos a vivir un prodigio: la primera huelga general contra el pasado. Con dos cojones y un almanaque deportivo, al estilo de Biff Tannen".

Tengo unos calcetines que me regalaron de Regreso al futuro, el peliculón de Zemeckis. Mientras escribo, canturreo la banda sonora de Alan Silvestri. Canten conmigo, amados lectores, no se corten. No es la primera vez que Zemeckis me saca de un apuro.
En un examen en la uni, de la asignatura Historia del mundo actual, la pregunta fue: “Evolución de la sociedad estadounidense en los años 50, 60 y 70.” Le calcé Forrest Gump y sobresaliente. Gracias, Zemeckis. Nunca he tenido oportunidad de agradecértelo públicamente hasta ahora. Este artículo va por ti.
Volviendo a los calcetos: ahí están Doc, Marty McFly con su chaleco rojo y el Delorean, la máquina del tiempo más elegante jamás construida. Ese coche, ojito, una vez lo vimos por Pamplona. Lo tuvieron expuesto una temporada en un comercio de compraventa de vehículos que hubo en la esquina de la avenida de Barañáin con la Variante. Íbamos con las bicis a pegar la nariz en el escaparate para verlo, con sus puertas en forma de ala de gaviota desplegadas. Alucinante.
Ahora que pienso… a Chuck Berry cantando Johnny B. Goode en Pamplona también lo hemos visto, cuando en Sanfermines traían estrellas mundiales y no apologetas de la hostia en la cara, como la que el alcalde de la Eta nos calzó, la Potra aquella.
Volvamos al distópico presente. Nunca he estrenado esos calcetines, de lo bonitos que son. Pero creo que ha llegado el día. No voy a encontrar mejor ocasión para ponérmelos.
Hoy, señoras, señoros, señores todes, vamos a vivir un prodigio: la primera huelga general contra el pasado. Con dos cojones y un almanaque deportivo, al estilo de Biff Tannen, aquel villano perfecto que era un remedo de Donald Trump, el que se ha remangado, dicho sea de paso, y ha puesto orden en Oriente Próximo, por si faltaba alguien en esta nueva entrega de la saga.
La escena que hemos visto, sujetándole en el despacho oval de la Casa Blanca el teléfono a Netanyahu —“Benjamín, venga, a hacer las paces. Que te vea yo. Ahora mismo coges y llamas al primer ministro de Qatar para disculparte por el bombardeo contra la cúpula de Hamás. Yo te marco el número”—, es más cine que el cine.
Hasta ahora habíamos tenido manifas para tratar de condicionar el futuro, pero querer alterar la línea espacio-temporal hacia atrás… eso no lo habíamos visto nunca. Exigen al mundo lo que ya ha ocurrido: que se firme la paz en Gaza. Pues muy bien.
Anímate, Zemeckis, ya tienes argumento para la cuarta parte de la trilogía. Para la cuarta e incluso para la quinta y la sexta.
España, 2025. La izquierda se pone en huelga para conseguir la paz en Gaza, que ya se ha firmado; ganar la Guerra Civil del 36, que perdieron; y evitar que Colón descubra América, deteniéndolo y llevándolo a una checa para torturarlo —que se joda, por facha—. La que tuvo el PNV en la madrileña calle San Jerónimo 32 nos puede servir como localización, con el temazo en su banda sonora de “Los hermanos Pinzones eran unos mari… neros”. Acción. Y eso es todo.