• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El problema del euskera son sus defensores

Por Javier Ancín

El problema del euskera es que, al menos en Navarra, hace mucho que dejó de ser una lengua para pasar a ser solo un coñazo.

Asirón e Itziar Gómez corren con la Ikurriña durante la Korrika en Pamplona. MIGUEL OSÉS (1)
Asirón (Bildu) e Itziar Gómez (Geroa Bai) corren con la Ikurriña durante la Korrika en Pamplona. MIGUEL OSÉS

Se empeñaron sus impositores que lo teníamos que amar todos, por cojones, y claro, lo de amar por cojones no funciona. Es más, amar por cojones, tiene otro calificativo. Me vas a amar por cojones, o sea, coercitivamente. Por cojones. Los pelos de punta provoca la idea. Y sobre todo, tiene algún que otro nombre de delito asociado.

Leo que la cendea de Cizur en uso de su libertad, vaya, que lo han votado y ha salido mayoría, qué cosas, se ha pirado de la zona vascófona para ingresar en la no vascófona y se ha liado parda entre los defensores del amor cojonil. Grupos de energúmenos pancarta en mano exigiendo amor incondicional y por cojones a esa lengua. Qué quieres que te diga, el amor así no es amor, es imposición, es miedo, es angustia, es delito. Luego son los mismos que promueven la colocación del cartelito chorras de qué tal y cual pueblo no acepta agresiones sexistas... y blablablá ¿ven ahora el postureo del letrero aquel, verdad? Más claro agua del pantano de Articuza.

A mí el euskera como idioma me cae gordo, qué quieren que les diga. Antes ni me iba ni me venía pero se han empeñado "los de siempre" desde hace muchos años y por fin lo han conseguido que nos caiga gordo a algunos. Como ciudadano del mundo, en realidad soy ciudadano de ciudades sin identidad, me siento más cercano al idioma lapón, por ejemplo. Me encanta el lapón.

Tampoco pasa nada, yo qué sé, porque el euskera no lo sienta ni cercano ni propio y me parezca un aburrimiento y prefiera el lapón. ¿O sí pasa y ese es el problema? Con otras lenguas también me pasan cosas y no se monta trifulca alguna. Por ejemplo, el alemán me da escalofríos por estar hecho para el grito de conquista, el portugués me pone melancólico por su cadencia, el francés contento por sus susurros y por ser la lengua de mi burgo, el de San Cernin, desde tiempo inmemorial, y el italiano divertido y un poco canalla por sus inflexiones tan cantarinas.

Yo funciono así, lo clasifico todo en uso de mi libertad de expresión y conciencia. ¿Y si desapareciera tu idioma, sé que me preguntarán cuando salga este texto? Me adelanto. Vale. Me importaría un pimiento de Guernica o de Lodosa, en esto no tengo preferencias. Usaría el esperanto y me dedicaría a escribir mis artículos en ese idioma. El caso es seguir sacando de quicio a mis conservadores y carcas, casposos siempre, euskotrolls.

¿SE PUEDE SEGUIR SIENDO LIBRE?

La cuestión que flota sobre todo este follón es esta. ¿Se puede seguir siendo libre? Pues no lo sé... Podemos, por ejemplo, ese partido nacionalista vasco que gobierna con otros tres partidos nacionalistas más, ha decidido hacer oposición a unos ciudadanos, desconozco quienes son, que quieren montar una manifa para defender la bandera de Navarra. Les salta el automático totalitario en cuanto les llevas la contraria porque quieren montar una contramanifa, como la de los años 90, ¿recuerdan?, porque no soportan que nadie les lleve la contraria. Más amor por cojones... amor por cojones del poder contra el ciudadano. Eso también tiene un nombre y es muy feo. Ni les gustan las votaciones ni les gustan las protestas ciudadanas, salvo cuando benefician a su proyecto de un Mundo Feliz que en todos todo es legítimo y tal.

Volvamos a las lenguas. Por los idiomas no tengo ningún aprecio, alguna vez ya lo he dicho y me ha caído la del pulpo, claro, con más faltas de ortografía que otra cosa, pero bueno, eso es otra historia. Tampoco tengo aprecio por un escoplo, por ejemplo, pero sí por una escultura de Miguel Ángel. Un idioma es una herramienta de comunicación y para mí, sobre todo, una forma de crear arte literario.

Más allá de eso, del respeto reverencial por lo que se crea con un idioma, el idioma en sí me deja frío, salvo el francés, ya lo he dicho antes, que me pone como una moto. Si se deja de hablar el que sea no me da pena alguna. ¿A alguien le incomodaría que se dejara de hablar un idioma que solo se dedicara a crear letras para canciones de regueton, o como se escriba ese espanto de música? No, claro, todo el mundo estaría deseándolo, aunque fuera un idioma milenario porque los idiomas no son cultura en sí mismos. Ese sencillo ejemplo lo demuestra.

Una de las cosas curiosas que escucho y por la que a algunos idiomas minoritarios les llueven millones, hasta enterrarlos en oro, ojo, es que si no se les soborna se pierden. Ningún idioma se pierde ya. Si se deja de hablar es porque como ha pasado mil veces a lo largo de la historia mundial, se deja de hablar, ya está. Siempre nos quedarán las gramáticas y los diccionarios para que nunca desaparezcan.

¿Se ha perdido el latín que, tirando por lo bajo, lleva mil años sin hablarse? No. Al final lo que ocurre con estos idiomas que solo se mantienen a golpe de talonario es que se convierten en lengua de diferenciación y no de comunicación y que no producen nada reseñable literariamente precisamente por eso, porque no están hechos para comunicarse. Lo que sí producen son funcionarios con 14 pagas y cafeses varios a principio, mitad y final de jornada, que ahí está el quid del asunto.

Una forma de ganarse la vida y poco más son esos idiomas, por eso quienes los matan en realidad son ellos, pero bueno, tampoco voy a explicarle a quien no quiere escuchar cómo se ha cargado su idioma enfrentándolo a todo Cristo. Allá ellos, sus gritos, las antipatías que han sembrado y el camino liberticida y totalitario que llevan, que por otro lado es el que siempre utilizan. No es mi guerra. Y eso es todo.


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