“El resultado es tan simple como inquietante: hay al menos un violador suelto hoy en Pamplona. Las mujeres están igual de inseguras que el día en que se produjo la agresión. Y eso es todo.”
“El resultado es tan simple como inquietante: hay al menos un violador suelto hoy en Pamplona. Las mujeres están igual de inseguras que el día en que se produjo la agresión. Y eso es todo.”
Yo habría preferido hablar en Nochebuena de luces, villancicos y turrones; de amor y paz. Pero como la tregua navideña para los aberchándales no opera, han salido en tromba a desbarrar a cuenta de una violación ocurrida en sus dominios, toca hablar, una vez más, del sindiós que es el aberchandalato.
Lo de Asirón es delirante. Delirante él y sus compinches aberchándales, que se montaron una rueda de prensa con un único objetivo: intentar que la oposición se comiera a dos carrillos la incompetencia de su desgobierno. No para explicar, no para asumir errores, no para tranquilizar a las mujeres de la ciudad, sino para echar culpas hacia fuera y salvar el pellejo propio.
La puesta en escena ya prometía. Como queda feo en estas cosas institucionales que no haya mujeres, los tres señoros que mandan en el aberchandalato de Irroña —tres mastuerzos ya para sopitas— decidieron llamar a una subordinada del partido de Asirón para sentarla en la mesa y compensar el desequilibrio estético. Tres hombres hablando de violaciones a mujeres en su jurisdicción, y una mujer colocada ahí como coartada visual. Simple decorado, poco más que un jarrón para tratar de justificar que ellos no son machistas. Qué estampa, la virgen.
Y arrancaron el desparrame al grito de xenófobos, tú. Con un par. Los mismos cuyo proyecto político tiene como fin último la creación de un Estado identitario solo para vascos acusando a otros de xenofobia. Entre lo surrealista y lo esperpéntico. Una película de indios y vaqueros contada por quien siempre quiere ser el bueno del tiroteo, aunque solo dispare él.
Pero vayamos a los hechos, que puestos en fila hacen alucinar un poco más conforme se avanza por ellos. El alikate Asirón no monta un dispositivo especial para proteger a las mujeres en la zona de la fiesta de la carpa universitaria. Se produce una violación. Se detiene a unas personas que, según los análisis genéticos, no han sido los autores. Esas personas viven, además, en un asentamiento ilegal que el ayuntamiento debería haber desmantelado hace tiempo, dicho sea de paso.
Es decir: la policía que manda Asirón detiene por error a unos que no han sido, no se protege preventivamente y no se asume ninguna responsabilidad posterior. Y, aun así, la culpa de toda esa cadena de despropósitos es de la oposición, de los críticos, de los que señalan lo evidente. Con un par. Que dimita la oposición por las cagadas de Asirón y plis-plas, asunto solventado.
Y, sin embargo, según el aberchandalato que manda en Pamplona, la culpa de todo este despropósito la tiene todo el mundo menos ellos. Menos quienes gobiernan, menos quienes toman decisiones, menos quienes estaban obligados a prevenir, actuar con rigor y asumir responsabilidades.
Mucha rueda de prensa, mucho ponerse estupendo para la foto y cero asunción de culpas. Mientras tanto, el problema sigue ahí. Y la inseguridad, también. El resultado es tan simple como inquietante: hay al menos un violador suelto hoy en Pamplona. Las mujeres están igual de inseguras que el día en que se produjo la agresión. Y eso es todo.