- sábado, 14 de diciembre de 2024
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En plena conmoción y desolación tras el desastre natural de la DANA, pasadas ya tres semanas del día H, todavía no están identificadas todas las posibles víctimas mortales, y no me consta un mando único, coordinado y eficaz que dé muestras de poder alcanzar una esperanzadora vuelta a la normalidad al casi un millón de personas afectadas.
No obstante, se siguen realizando manifestaciones, y comparecencias, con graves acusaciones, de todo tipo entre políticos, mandos incluso militares y otros organismos autónomos, buscando responsables, ocupando espacios y reportajes en casi todos los medios existentes, y me pregunto: ¿En el siglo XXII cuál será la memoria histórica, la versión real de esta catástrofe? Pues quizás solo se recojan los bulos y mentiras que se están divulgando desde una parte de medios.
¿Qué opinarán dentro de ochenta años, los descendientes de alguno de los protagonistas, a la vista de lo escrito en los medios afines al Gobierno Central (No federal y sin subsidiariedad) en su enfrentamiento contra un gobierno de una Comunidad de distinto signo político? Por cierto, parece que en Castilla-La Mancha no hubiera habido DANA.
Simultáneamente a esta terrible catástrofe se han celebrado y convocado congresos y foros sobre la Memoria histórica/democrática, y en concreto en nuestra capital y del mismo destaco unos titulares publicados: “La memoria es un derecho, no un deber, pero como derecho genera a las administraciones la obligación de implantar políticas públicas para garantizarlo.”
Pudiera admitir algo de la frase, pero no que el Gobierno sea quien imponga una Memoria, ni histórica, ni democrática, o que se trate del Ministerio de la Verdad al que me refería en un pasado escrito “lamentando” su ausencia. Y menos de acuerdo con la afirmación de que “Navarra reivindica la Memoria frente al avance de los discursos negacionistas y de odio”.
Curiosos son los debates identitarios de navarros, rememorando la guerra civil y el franquismo, cuando hablamos de los ascendientes familiares y decimos: "Mi familia eran republicanos, rojos, gudaris, nacionalistas, golpistas, nacionales, carlistas, de derecha, izquierda, etcétera…", o, según Unamuno de los "hunos o de los otros”.
Transcurridos más de 80 años, me planteo saber a qué generación contemporánea de ascendientes nos referimos, salvo alguna excepción, pues tendrá que ser ya la de los cuatro abuelos o los ocho bisabuelos, y me resulta raro creer que esas doce personas (no incluyo a más ascendientes) tuvieran la misma ideología, pensamiento o signo político, además de su constancia. Deduzco por tanto que en su caso la referencia a la memoria histórica/democrática es según convenga.
Como los tópicos de que “la historia la escriben los vencedores” o “una sociedad que no conoce su pasado está condenada a repetirlo”. ¿Pero cuál es ese verídico pasado?
De la reciente publicación "España Diversa" del investigador de la Historia, Eduardo Manzano, reproduzco algunos párrafos que pueden complementar las dudas planteadas:
“La obsesión por identificar en la Historia a los nuestros frente a los otros, tan fácilmente aplicable en los tiempos recientes, funciona muy mal cuando se aplica a otros períodos.
Añade: "Desde posturas supuestamente progresistas, este truco identitario ha sido utilizado con demasiada frecuencia…es una forma de reafirmación ideológica que resulta devastadora a la hora de construir una historia crítica".
“Una forma de distinguir un libro de historia de un manual de ejercicios del espíritu nacional es identificar el recurso facilón consistente en hacer creer a los lectores que ellos fueron también los protagonistas del pasado".
Como en otra ocasión, recurro para finalizar a la frase atribuida a Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo un pueblo durante un tiempo, se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo, pero no se puede engañar a TODO el pueblo TODO el tiempo".