• viernes, 06 de diciembre de 2024
  • Actualizado 09:15

Opinión / Su trayectoria profesional está estrechamente vinculada al mundo de la radio.

La cobertura ideológica

Por Luis del Val

No hay ningún asesino de ETA que confiese que le pegó un tiro en la cabeza a otro hombre, porque le produjera placer,

sino que lo hizo para que el pueblo vasco pudiera ser libre y feliz. No pretendo establecer paralelismos brutales, pero tampoco hay ningún político que no maniobre dentro del partido y traicione a sus conmilitones y se deshaga de un rival para ocupar su puesto, que admita que lleva a cabo esa acción por motivos egoístas: siempre aducirá que son motivos ideológicos, porque el derribado y traicionado es demasiado avanzado, o demasiado apocado, o excesivamente de izquierdas o tremendamente de derechas. La cobertura ideológica acompaña desde los magnicidios hasta los cambios de los consejos de Administración, y es la bula de cualquier maniobra conspiratoria, y la bandera que envuelve la putrefacta mierda de la deslealtad.

La cobertura ideológica ya se ha extendido para amparar la lucha interna de poder en Podemos. O sea, que sí se puede, sí se puede comportarse de manera simétrica e idéntica a la casta y ¡ojo! hasta que no impere el caudillismo autoritario de un sólo líder, el invento de Podemos no podrá echar a andar con seguridad hacia otras elecciones, porque el público que tanto les quiere y tanto les vota, tampoco es diferente a las casta del resto de los votantes, y los prefiero unidos, y castigas las luchas y la separación.

 Naturalmente, esta batalla de intereses personales, estas trifulcas por el mando se disfraza de ideología. ¿Qué se pierde y se cede? Se aduce que hay que ser dúctiles, que en la política no se puede admitir la intransigencia. ¿Qué se vence? Pues hay que decir que los principios firmes son irrenunciables, y que para eso se está en la política: para defender los principios. O al revés, da lo mismo porque la cobertura ideológica tiene su cara y envés, y se puede emplear según convenga. Lo único evidente es la pérdida de virginidad de la doncella: la lujuria del poder la ha llevado a la cama de las ambiciones.

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