Es cierto que esta semana ha tenido su "foto de las Azores" en versión positiva, y que en el póker de la Unión Europea, casi era el gobernante que tenía más asentado su presente y más previsible su porvenir, pero no es tipo de los de sacar pecho fuera, cuando las cosas van bien, sino de contener euforias, porque ya sabe que, en política, después del domingo de Ramos, siempre hay un jueves de pasión.
Por eso, su manera de tratar a Ciudadanos que, al fin y al cabo, son los que los que le han ayudado a que se sentara en el sillón de presidente del Gobierno, sorprende e inquieta.
Ya sabemos que, en el cuarto de atrás, tiene guardada la escopeta de las elecciones, pero las escopetas las carga el diablo y a veces los pronósticos, como sucedió con el último partido del Barcelona, se descoyuntan, qué le vamos a contar a Rajoy, que sabe que los trenes pueden hacer descarrilar al favorito.
Es cierto que al PSOE le iba a pillar sin líder, y a Podemos en la leve decadencia a la que ayudan las insensateces del ayuntamiento de Madrid, pero casi es preferible que la aguerrida militancia eleve a Pedro Sánchez a la Secretaria General, porque cada vez que Sánchez se refiere a Podemos, como si fuera su primo de zumosol, los votantes socialistas salen disparados hacia Ciudadanos o el PP. Y, claro, un ciudadano que es capaz de votar al PP o al PSOE, si el PP se enfanga en sostenella y no enmendalla puede pasar que esos vasos comunicantes tiendan a nivelarse, a costa del PP.
La escopeta no está mal, pero no hay que presumir de que se tiene, porque aunque lo de Murcia puede quedar en nada, ya advertía Jardiel Poncela que en Murcia siembre ha habido mucho tomate. Y a ver si esto se convierte en un Buñol, pero sin poder ir luego a la tintorería.