• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Periodista y escritora

Atentados de Paris: miedo al miedo

Por Rosa Villacastín

Si lo que pretendían los terroristas del ISIS con los atentados de París, además de matar inocentes, era sembrar el miedo en todos y cada uno de nosotros, lo han conseguido de pleno.

Basta con escuchar los mensajes del gobierno francés para darnos cuenta de hasta qué punto la preocupación se ha apoderado de los políticos europeos, y no digamos ya de los ciudadanos. Una preocupación que tiene su origen en el desconocimiento de los métodos que utiliza el grupo yihadista, del número de hombres y mujeres que están dispuestos a inmolarse con tal de conseguir sus objetivos, de cuantos de ellos residen en nuestros países y cuantos más pueden llegar por tierra, mar y aire en los próximos días o meses. Dicho esto, sería deseable que por una vez los gobernantes europeos se pusieran de acuerdo en lo que hay que hacer para acabar con un movimiento que sobradas muestras ha dado de su crueldad.

No soy partidaria de la guerra porque creo sinceramente que ésta solo trae dolor, destrucción, pero sobre todo un inmenso sufrimiento a millones de inocentes que viven en Siria, en Irak, en Afganistán o en Libia, pero también a quienes huyen de sus países en busca de un poco de tranquilidad y esperanza, y a los que ahora los radicales de la ultraderecha pretenden culpabilizar y estigmatizar como si ellos no sufrieran lo que nosotros estamos padeciendo.

Ahora bien tal y como están las cosas no parece que haya otra solución que darles allí donde más les duele: control de las redes sociales, que manejan como nadie, bombardear aquellos lugares donde esconden sus armas o se esconden sus dirigentes, pero sobre todo implicar en esta lucha a países como Arabia Saudí y Qatar, para que dejen de practicar ese doble juego perverso que ha permitido la extensión territorial del ISIS y también su financiación.

Y sin embargo soy pesimista respecto a lo que Europa pueda hacer de cara al futuro más próximo, entre otras razones porque aunque ahora todo son muestras de solidaridad con los franceses, con los familiares de las victimas, con un país que está en el punto de mira de los asesinos, temo que cuando esto deje de ser noticia en los informativos cada uno se volcará en defender sus propios intereses, electorales, estratégicos, comerciales, políticos y económicos. O alguien piensa que dejaran de venderse armas a quienes sabemos que las van a utilizar para matar inocentes, para destruir países, barrios enteros, para matar a mujeres, ancianos, niños. No, no lo van a hacer y ese es parte del problema también. Lo demostraron los americanos en la guerra de Irak, el inicio de todos nuestros males, como bien cuenta en su libro de memorias el viejo Bush, o Rusia e Irán con su apoyo al presidente Sirio, y cómo no la vieja Europa que con una mano pone velas a los muertos y con la otra negocia con quienes sabemos que son unos sátrapas.

Leo que son muchos los franceses que acuden a los centros de salud en busca de psicólogos que les enseñen a convivir con esta tensión, con el miedo, con la angustia de no saber explicar a sus hijos lo que ha pasado, lo que puede pasar, si sigue esta locura, esta inseguridad y desconfianza con todo lo que tenga que ver con los musulmanes, por más que un 99% sufran el mismo stress que el resto de los ciudadanos europeos.

No sé si lo acertado es suspender partidos de fútbol, evitar las concentraciones, no lo sé, porque ayer mismo cuando apareció una mochila en la Plaza del Cuzco de Madrid, me alarmé tanto que suspendí una cena que tenía. Y falta lo peor, el encuentro entre el Real Madrid y el Barcelona en el Bernabéu, que se espera masivo como no podía ser de otra manera tratándose como se trata de uno de los encuentros más esperados por los aficionados de ambos equipos. Y que por lo que sabemos el despliegue policial va a ser extraordinario. Ojalá alguien encuentre la fórmula para acabar con un grupo terrorista cuyo único objetivo es destruir, matar, esclavizar a los pueblos libres. Ojalá, todo esto fuera un mal sueño, pero temo que no lo es.


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