El pasado miércoles, día 8 de marzo de 2017, el presidente del Partido Popular y del Gobierno, Mariano Rajoy, dijo, refiriéndose a la petición de una comisión que investigue la financiación del Partido Popular: ..."si miramos al pasado, nos puede pasar como a la mujer de Lot, que se convirtió en estatua de sal".
Tres años separa ambas frases pero su similitud es incuestionable. En ambas subyace una clarísima amenaza; un dedo que apunta hacia el botón de puesta en marcha de los ventiladores.
Después de estos tres años, el caso de Pujol y su familia parece caminar, lentamente pero de forma inexorable, hacia un final poco gratificante para quien, en su día, fuese el hombre más respetado y venerado por la catalanidad.
Y, ciertamente, como el mismo predijo, su rama no va a caer sola, porque los recientes datos sobre la financiación de su viejo partido parecen prever una importante caída de ramas y de nidos. Para regocijo, dicho sea de paso, de quien, sin duda, aprovechará esta debacle y recogerá los frutos caídos de ese árbol, Esquerra Republicana de Cataluña y su presidente Oriol Junqueras.
En cuanto a Rajoy, la estrategia de expandir y aventar los problemas de corrupción, solo conduciría, de llevarse a cabo, a un deterioro mayor de la imagen que hoy tienen las instituciones, y sobre todo los políticos.
La última encuesta del CIS nos demuestra que la corrupción sigue ocupando un puesto preferente entre las inquietudes de la ciudadanía, solo precedida por el miedo al paro.
Un miedo que, por otro lado y dicho sea de paso, le pone sordina a la euforia con que desde el Gobierno, se nos está vendiendo la recuperación económica.
Por tanto, llevar al Senado, donde el PP disfruta de mayoría absoluta, una investigación sobre la financiación de todos los partidos, para -¿contrarrestar?- los efectos de la comisión que PSOE, Podemos y Ciudadanos han solicitado en el Congreso de los Diputados sobre la financiación del Partido Popular, sería, sin duda, un mal paliativo, sobre todo teniendo en cuenta que, en paralelo, la justicia lleva sus propios caminos y con efectos, hoy por hoy, mucho más demoledores.
Va siendo hora de asumir responsabilidades políticas, entonar "meas culpas", aceptar las consecuencias y ponerle fin a estas prácticas que tanto han deteriorado la imagen de España.
Porque, de no ser así, quienes vamos a quedar convertidos en estatuas de sal, como la mujer de Lot, vamos a ser todos los españoles.