A las cinco y media de la mañana, hay movimiento en la acera. Pescateros, policías, repartidores, trabajadores de ambulancias y personal de limpieza se acercan al mismo punto, uno tras otro, como si siguieran una costumbre inalterable. No van con prisas, aunque les espera una jornada larga. Saben que encontrarán lo que necesitan: un café humeante, pan recién hecho, una tortilla de jamón con alioli, una tostada de aguacate o, simplemente, alguien que les salude por su nombre antes del amanecer.
Es un establecimiento de Pamplona que está muy cerca de otros que hemos conocido en este apartado de comercio local en la capital navarra, como la nueva tienda de comida Martín Martín que ha abierto recientemente en la avenida de Pio XII.
Detrás de la barra, como cada día desde hace casi una década, está Alina Álvarez Valdés. Tiene 52 años, un acento que no ha perdido y una energía que sorprende cuando se descubre que ha comenzado el día a las cuatro y cuarto de la mañana. “A las cinco ya estoy aquí para prepararlo todo”, comenta con naturalidad, como si esa rutina fuera común.
Ha contado que el próximo 6 de julio de 2025 celebrará diez años desde que abrió su cafetería, y ha asegurado que lo hace con la misma ilusión, aunque con horarios más ajustados. “Durante nueve años abrimos de seis de la mañana a diez de la noche. Ahora cerramos a las tres de la tarde, porque la tarde no es rentable. No se puede estar todas las horas todos los días, ni pagar a otra persona para ello”, explica sin rodeos.
No está sola. Le acompaña su hija Mabel, de 31 años, que trabaja junto a ella a diario. Su marido, Miguel Larralde, la ayuda por las mañanas, y su madre, Ada, se ocupa de los cierres. Tres generaciones unidas por un proyecto en el que no se ha dejado ni una deuda: “No debemos nada a nadie. Vamos para adelante. Nos sacamos el jornal, sin más”, resume Alina.
Antes de llegar a Pamplona, su primera parada en España fue Andalucía. Pero no tardó en buscar otro rumbo. “Aquello no tiene nada que ver con Pamplona. Me fui del sur buscando mejoría. Aquí conocí a mi marido y aquí me quedé”, recuerda.
Lleva quince años viviendo en la capital navarra, donde ha encontrado, dice, tranquilidad, limpieza y civismo. “Para rato me muevo de aquí. Todo bien”, asegura mientras sirve cafés con la soltura de quien conoce a cada cliente y ya sabe qué va a pedir.
En el local se respira un ambiente familiar. “Más que clientes, somos familia. Todos los días vienen los mismos y cuando fallan, les echamos de menos. ¿A que sí, Maite?”, lanza en voz alta, provocando sonrisas entre quienes desayunan sentados en las mesas interiores. Una gran terraza en forma de L se llena en cuanto sale el sol, y no faltan pinchos sobre la barra, ni el pan del día que muchos compran antes de irse al trabajo.
Alina ha contado también lo difícil que fue salir de Cuba. “Salir de allí es bastante complicado, pero al final salí con mis hijas, que era lo que yo quería. Fue un periplo, pero ya está superado”, ha compartido. Desde entonces, no ha regresado. “No he vuelto más desde que me fui. Da un poco de nostalgia con todo lo que está pasando allá, pero ya nada me ata a regresar”, reconoce.
A quienes aún no conocen su cafetería, les bastará con mirar las reseñas que abundan en redes sociales. “Hemos estado hospedados al lado de esta cafetería durante varios días y hemos ido a desayunar todos estos días a este lugar. Tanto el trato del personal, como la calidad del servicio es de 10”, escribe un visitante.
Otro lo describe como un sitio “al que vas y sabes que ha merecido la pena. Recomendable al 100%”. Y no falta quien dice sentirse como en casa: “Una familia, un hogar, un sitio donde te vas a sentir en casa. El café, las tostadas, el pan... Todo está buenísimo y a buen precio, pero lo mejor es el factor humano”.
Esa combinación de trabajo, cercanía y constancia es la que ha convertido a este pequeño negocio en un imprescindible para muchos. Lo han conseguido Alina, su hija, su madre y su marido desde su rincón de siempre, el número 67 de la avenida de Sancho el Fuerte, en el local que lleva por nombre My Café.
