Juan Iribas

Él, solo, con un cubo, un pico y una pala descubrió un nicho en mal estado con un ataúd entreabierto y vacío.

El otro día tuve mi intercambio de camisetas. Sí, con cuarenta y cinco agostos encima y sin botas de tacos ni público en la grada.

Nos juntamos el hambre con las ganas de comer, así que nos pusimos a hablar, primero del tiempo, y luego ya de cosas más o menos interesantes.

El otro día me pidió mi madre que le fotocopiara el carné de identidad.

¿Cómo iba a permitir que un sin techo pasara la Nochebuena a la intemperie?

Me lo contó en un autobús mientras volvía de ver en el hospital a su mujer tras una operación “de las que no asustan”.

¿Te puedo dar un consejo? Igual no soy el más indicado, pues yo me bajo todo lo que pillo…

Hay dos comercios en una ciudad que no tengo el gusto de conocer que son rivales de sol a sol.

Recuerdo que al día siguiente me dio la bolsa con la novela, el tique y los cambios, y yo más feliz que una…

La bici que se codeó con las de Indurain y Lejarreta  ahora es de un tal Javier, que tiene el buen gusto de ser su actual dueño...

Debía entregar un sobre en una calle del primer ensanche pamplonés, así que me puse manos a la obra. Con el quehacer terminado escuché un “espera, espera, que bajo”...

Aquella tarde de verano, en un momento dado, se escuchó un grito entre el público. Creo que procedía de una fila cercana a la mía...