No hay día en el que no se repita: "Ana ¿Qué te parece este vino?"o "¿Es más bueno tu vino o el mío?" incluso me han llegado a decir: "Tú eras enóloga o algo así, ¿no?" :D
Y toda la culpa la tenemos nosotros, no nos damos cuenta del análisis continuo que hacemos al producto, hasta que te ves hablando de taninos maduros o acideces punzantes en un bar, con la gente mirándote como si fueses un extraterrestre.
El vino nos hace volvernos un poco locos, cuando menos te lo esperas, pasas de beberte un par de vinos en un bar con los amigos a apuntarte a una cata con tu pareja. Tú no te has dado cuenta, pero has pasado de bebedor ocasional a aficionado. Esto suele ir acompañado con una visita a una bodega o con un libro que te regalan. Una vez surge la chispa, ya no hay remedio. Tienes tanto que leer y que probar, que acabas estudiando o haciendo algún curso un poco más serio. Conviertes lo que antes era diversión en cultura y descubres que te hace mucho más feliz.
Conforme pasa el tiempo, empiezas a tener tus propios gustos. Prefieres los tintos criados en barricas de roble francés de paso agradable y sin estridencias o los blancos refrescantes y aromáticos, para dar lugar a un pequeño monstruo que en unos años buscará Pinot noirs de Borgoña o Riesling secos de Alemania, convirtiéndote en lo que todos llaman: un snob del vino.
Esta fase no suele durar para siempre, ¡menos mal!, de repente te das cuenta de la variedad de estilos disfrutables que conoces y las diferencias entre regiones. Comienzas a no juzgar tanto y a ver lo positivo en cada tipo, estilo o añada del vino. Ya no necesitas beber muchos vinos, bebes menos pero bebes mejor. Ahora sabes distinguir y apreciar el trabajo de los demás. Encontrar un vino excepcional para una celebración familiar con un precio asequible, te da conversación para un par de horas.
Conforme avanzas en este mundo del vino, cada vez estás más cómodo hablando de él, de hecho lo necesitas. Te juntas con otra gente como tú, vas a ferias, conoces a otros catadores y compartes opiniones y experiencias.
Si has llegado a este punto, quizá te reconozcas. ¿Eres de los que planifica las vacaciones para pasar por una o dos denominaciones de origen? ¿De los que se informa antes, si cerca del hotel hay alguna vinoteca/enoteca? O incluso... ¿Llevas dos copas en el coche por si en el apartamento rural no hay unas decentes?
Enhorabuena, eres un entusiasta del vino. Tras un largo recorrido, has llegado a un buen punto para disfrutar, siempre con moderación, de una de las bebidas más prestigiosas, elegantes y complejas del mundo. Y lo más importante: ¡sin que te importe lo que los demás te llamen!
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