- miércoles, 04 de diciembre de 2024
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Las golondrinas y los vencejos, en incansable persecución, se despliegan sobre la cúpula de la Plaza Carlos III del Olite que acogió tantas representaciones de los festivales de teatro que un día dirigías, pero sobre las que destaca una de Albert Boadella que provocó un sabotaje a la línea electrificada que llegaba al pueblo sumiéndo en la oscuridad más absoluta, una escena a la que emula en Islandia, la excelente película La mujer de la montaña. ¿Por? Se preguntarán. Para evitar la mofa a la virgen de Ujué. El propio Boadella en su libro Memorias de un bufón guarda grato recuerdo de aquellos paisanos que se tomaban tan a pecho el teatro, la representación de la cultura en aquel Olite de entonces... ¡Aquella sí era la magia del teatro y la cultura e iba de tu mano!
Las níveas calas se erigen por encima de las abigarradas caléndulas, una alfombra, no ya magenta que hoy les toca el turno a los naranjas, lo tiñe todo de colores y los rosales con sus exquisitas fragancias embelesan la pituitaria en esta primavera ladrona que te transportó a otros jardines floridos, otros parnasos, maestro Tomás Yerro, ¿o debiera decir maestro Tó das, con d de dar?
El Ganges de Olite, nuestro Cidacos, que pasa por Tafalla como tú lo hiciste por su instituto donde muchos te recuerdan con emoción, desnuda sus riberas en este abril cantor, no sobra caudal del indispensable líquido, no portan luengas cabelleras plateadas nuestro antojosos ríos. Mírenlos. Mírense. Navarra te llora con lágrimas de anhelada lluvia, a ti agricultor, cultivador de almas, buen maestro, sin la que no crece nada.
Tu partida, demasiado temprana, deja huérfana a la cultura navarra.
Te llevó la primavera... claro sembrador de semillas de cultura que el melodramático cierzo esparce aquí y allá para que florezcan, en tantas aulas y charlas y columnas y libros y conversaciones, excelente conversador que siempre agotaba el tema y no al interlocutor. Nunca cejaste en tu empeño de cultivarlas. Crecen sin hacer ruido, pero su presencia atrona en los valles de los ríos.
¡Buen viaje, maestro! los que nos quedamos a dar unas vueltas más te saludamos con respeto, con cariño, con recuerdos indelebles de los que se instalan en las profundidades del alma. Gracias por el ejemplo y el tiempo compartido, en ese buque insignia de la educación navarra que se llama instituto Plaza de la Cruz, cuyo departamento de Lengua y Literatura dirigías con un celo exquisito de humanismo y razón. Te llevamos en el corazón, somos muchos, somos legión, somos tus discípulos.