• viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 19:57

Blog / Capital de tercer orden

La hora de dar la cara

Por Eduardo Laporte

El famoso Blue Monday fue un lunes especial y nada triste para Maitena Muruzábal (Pamplona, 1979), que se incorpora como jefa del Área de Cultura y nos recuerda que el relevo generacional es inexorable

Recuerdo los discursos del decano de la Facultad de Comunicación, Alfonso Sánchez-Tabernero —hoy rector de la Universidad de Navarra)— en esas citas solemnes, becas, licenciatura, en que venían los parientes de fuera y Pamplona anfitrioneaba, con los hoteles en torno a Yamaguchi a tope.

Se daba por hecho que seríamos «los comunicadores del futuro» y a mí me sonaba eso poco menos que a ciencia-ficción. No acaba de entender que estudiar Comunicación implicaba, eso, comunicar, pero imagino que un estudiante de Medicina sí tiene claro que un día tendrá dar un diagnóstico, quizá definitivo. Siempre sentí que la carrera no iba del todo conmigo, por una vocación periodística la mía un tanto sui generis, sí es que algún día la tuve. Yo quería ser poeta, como el alter ego de JM Coetzee en Juventud, que en el impersonal Londres de los sesenta trabaja en una incipiente IBM, ocultando a todos su carácter impostor: no quiere ser programador, quiere ser poeta. ¿Dónde se trabaja de eso?

Mi primera ocupación laboral estaría aún lejos de comunicar. Telefonista y encuadernador de guiones en una productora de relumbrón. Mi relación con el cine era tangencial, tan próxima con el séptimo arte a la que tiene una taquillera. Luego ya me pondría las pilas y ejercería mis labores de comunicación en diversos medios y, lo más importante, también llevaría a cabo otra forma de comunicación, más íntima, y más cercana a mi verdadera vocación, la literaria. Tenía razón aquel decano, hoy rector, en que seríamos «los comunicadores del futuro». Desde su posición ya veterana, él lo sabía. Porque es un hecho inapelable, casi perogrullesco, pero que sin embargo cuesta asumir, como cuesta asumir que acabaremos con nuestros huesos en una caja de pino.

Y, poco a poco, el tiempo le dio la razón. Y vimos aparecer en Noticias Cuatro a una flamante Silvia Intxaurrondo, hoy presentadora de ‘Un tiempo nuevo’, en la misma cadena. Y nos acostumbramos a ver a Mariana Gancedo en las entradillas del Congreso en el Telediario, o a la voz suave y conciliadora de Íñigo Alfonso, al frente de programas importantes de Radio Nacional y periodista de premio por cierto.

A los retos imposibles de Adela Úcar en 21 días, o a Dani Mediavilla estampando su firma en las portadas de El País y a Álvaro Ron haciendo de las suyas tras la cámara (‘Los protegidos’ o ‘La chica de ayer’) y, en breve, la posibilidad de llevarse un Goya al mejor cortometraje con su The Red Thunder. Fueron los más adelantados de nuestra promoción.

Pero todo es política, como sostenía George Orwell.  La estética es política y aquellos que entienden su quehacer artístico como algo distinto de la política también defienden  una actitud política con ello. La política invade cada vez más parcelas de la vida, y también la profesional.

Y aquí es donde llegamos al núcleo de esta columna, porque si hay algo que haya motivado la elección de Maitena Muruzabal como jefa del Área de Cultura, es su profesionalidad. Lo comprobé cuando trabaje con ella en el rodaje de Americano, película tirando a olvidable sobre los Sanfermines, en cuya producción estuvimos al frente el citado Álvaro Ron, Maitena y David Aguilar.

Con la wrap party, llegó el momento de decidir qué hacíamos con nuestras vidas. Yo me fui a Madrid, Álvaro volvió a Los Ángeles y Maitena decidió apostar, un tanto a contracorriente, por Pamplona. Lo que molaba era irse, Madrid, Barcelona, el extranjero. Nadie defendía Pamplona. «Un lugar para volver, si eso», eran las coletillas más abundantes, cuya vigencia por cierto sigue ahí, para los navarros eternamente ausentes. Maitena se quedó, «aposté por vivir en la ciudad que quiero, en lugar de en México o Estados Unidos, y no me arrepiento de mi decisión».

Fundó una productora, Cronopia Films, con su amiga argentina Candela Figueira, y triunfaron con una peli de bajo presupuesto rodada en Navarra, ‘Nevando Voy’, a la que luego seguiría ‘Blue Lips’. Pero hacer cine en provincias es complicado, así que Maitena se sumó al equipo del INAAC para promover otro de sus sueños: Navarra como tierra de rodajes. Malos tiempos para la lírica, porque esta fundación cerró sus puertas en junio de 2014.

Con motivo de su estreno en un cargo de tanta responsabilidad, llamé a Maitena. Quería saber, sobre todo, qué era eso de «jefa del Área de Cultura» y me contó que supone un cargo «de mucha responsabilidad»,  pues además de la sección cultural, está la de Política Lingüística y Deportes. Mucha gente a la que coordinar y, de fondo, el deseo de lograr una ciudad, nuestra vieja Iruña, con una cultura viva. Ciudadela, Gayarre (aunque el teatro tiene su propia fundación) y los Sanfermines son algunas de las áreas que quedan bajo su tutela. El programa sanferminero de 2016 viene casi ya elaborado, pero aún hay tiempo para que se note su toque.

En su estreno en el cargo, Maitena Muruzabal, madre de dos hijos de 3 y 5 años, no quiere revolucionar el panorama cultural de la ciudad. Para empezar, porque los recursos son los que son. Pero deja caer la palabra «calidad» en varias ocasiones. «Aunque haya que hacer menos, que lo sea haga tenga calidad».

En cuanto a los Sanfermines, reconoce que le encantaría que tuvieran una oferta cultural a la altura de su relevancia internacional. No es mala declaración de intenciones. Sobre todo tras unos años en que se había caído en una cierta inercia cuando no dejadez. «Hechos, no palabras», era el lema de las primeras feministas. Pues eso.

Ha llegado nuestro tiempo, la hora de dar la cara. Y de recibir las críticas correspondientes, si no estamos a la altura. Pero sin prejuicios, ni palos en las ruedas antes de tiempo, please.

  • Los comentarios que falten el respeto y que no se ciñan al tema de la noticia, podrán ser eliminados.
  • Cada usuario será el único responsable de sus comentarios.
La hora de dar la cara