• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / El espejo de la historia

La guerra del glifosato

Por Javier Aliaga

Durante dos años, en el seno de la Unión Europea se ha vivido una guerra de informes, contrainformes y desinformación en torno al herbicida glifosato. Finalmente, para desesperación de los ecologistas, la UE ha ampliado la licencia por 5 años adicionales. 

El poderoso herbicida de Monsanto que se comercializa con la denominación Roundup.
El poderoso herbicida de Monsanto que se comercializa con la denominación Roundup.

Aunque la molécula del glifosato fue sintetizada en los años 50, su descubrimiento como herbicida se atribuye al químico de Monsanto John E. Franz en 1970. Cuatro años más tarde se inició su comercialización con la denominación Roundup; se trata de un herbicida de amplio espectro que se absorbe a través de las hojas y el tallo. Es tan efectivo, que en la actualidad es el herbicida “best-sellera nivel mundial, habiendo sido distinguido y premiado en numerosas ocasiones; en 1994, Roundup fue designado, por la revista “Farm Chemicals”, uno de los productos “Top 10” que han cambiado la agricultura. Es preciso tener en cuenta que no todo el glifosato es Roundup, ya que la patente caducó en el año 2000, por lo que diversas empresas lo fabrican y comercializan con distintos nombres, de ahí que su precio sea muy asequible.

En principio, no es un problema de toxicidad dado que es un inhibidor de la biosíntesis de un aminoácido exclusivo de la vía vegetal y por tanto, no afecta a los animales. Razón por la cual, la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA) y la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) determinaron que el glifosato era seguro. El paracetamol, el tabaco, la cafeína o pesticidas como las atrazinas son considerados más tóxicos que el glifosato. En lo que respecta al medio ambiente, no supone riesgo al ser “biodegradable” en un ciclo corto de 22 días, consecuentemente no existe la posibilidad de efecto acumulativo en el suelo.

La controversia surgió en marzo de 2015, cuando la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) -organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS)-, basándose en pruebas sobre animales, lo calificó de probable cancerígeno para el ser humano, incorporándolo a la lista del grupo 2A. Esta evaluación fue contradicha por la EFSA «es improbable que suponga un riesgo carcinógeno en humanos», más tarde se ha desvelado que este informe de EFSA era un “copia y pega” de un estudio de la propia Monsanto.

Cuando se publicó la resolución de la IARC, la licencia europea del glifosato estaba a punto de caducar, al no haber consenso entre los países de la UE, como solución transitoria, se amplió la licencia por 18 meses. Esta prórroga fue aprovechada por los grupos ecologistas europeos para batallar tenazmente por su ilegalización. Por otra parte, Monsanto tampoco se quedó de brazos cruzados, lanzó una campaña de desinformación con diversos informes firmados por científicos. El escándalo ha surgido este verano al salir a la luz los “Monsanto papers” que demuestran que dichos informes habían sido realmente redactados por técnicos de la multinacional.

El pasado octubre el Parlamento Europeo se ha pronunciado contra el glifosato aprobando una propuesta de desaparición paulatina de su venta en 5 años; es decir el 15 de diciembre de 2022. Paralelamente la Comisión Europea ha recibido una petición, firmada por 1,3 millones de europeos, a favor de la prohibición del glifosato.

En total desacuerdo con el movimiento ecologista, las patronales y asociaciones de agricultores pedían la ampliación de la licencia a 15 años. En España, a pesar de que ciudades como A Coruña, Barcelona, Madrid y Zaragoza ya habían prohibido su utilización, la ministra de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, basándose en el dictamen de las dos agencias EFSA y ECHA, y por ser éstas europeas adoptó «una posición favorable a la continuidad del glifosato». La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) ha manifestado que sin glifosato el campo español se encontraría en desventaja; se estima que la prohibición del herbicida en nuestro sector agrario supondría la pérdida de 5.000 empleos y 2.000 M€ anuales.

En contraste, Francia partidaria de una agricultura eco, con un ministro de Ecología, Nicolas Hulot, activo y célebre ecologista, se ha desvelado como el país de la UE más beligerante contra el glifosato, prohibiendo su utilización en lugares públicos. El 9 de noviembre, el “Journal of the National Cancer Institute” (JNCI) ha publicado un estudio realizado en 50.000 agricultores americanos, unos expuestos al glifosato y otros no, durante 20 años, conclusión: no hay relación entre el glifosato y tumores sólidos o linfomas. Al margen de las deshonestas prácticas de Monsanto, lo cierto es que después de dos años de informes y contrainformes, no hay un consenso científico si el glifosato es o no cancerígeno.

En la reunión anterior de la Comisión Europea para determinar la continuidad del glifosato, 5 países, entre ellos Alemania, se abstuvieron quedando la situación bloqueada. Ahora bien, en la reunión del lunes 27 de noviembre, de un total de 28 países, 18 votaron a favor de mantener la licencia del glifosato por 5 años adicionales; otros 9 en contra, y tan sólo uno optó por la abstención. Para Francia como para todos los grupos ecologistas el resultado ha sido decepcionante, el mismo lunes los informativos franceses abrieron con la noticia de la votación y el anuncio del presidente Macron de haber dado órdenes para que en 3 años el glifosato sea totalmente prohibido en el país galo.

El cambio del voto de Alemania y que ha permitido la continuidad del herbicida, se ha interpretado erróneamente como un apoyo a Bayer que recientemente ha adquirido Monsanto para formar Bayer-Monsanto. Sin embargo, lo que en realidad ha ocurrido es que su ministro de Agricultura, el socialcristiano Schmidt ha votado de “motu proprio” a favor del glifosato, habiendo ido con la orden de abstenerse. Esta opción se había adoptado pues la ministra germana de Medio Ambiente, Hendricks, del SPD –en coalición con los socialcristianos de Merkel- es contraria al glifosato; en caso de divergencia, según las normas de la “gran coalición”, la obligación es abstenerse. El suceso ha sido calificado por el SPD de traición, al mismo tiempo que Merkel ha reprochado la actitud de su ministro. En definitiva, cuando había esperanzas de rehacer una “gran coalición” de los socialcristianos de Merkel y los socialistas del SPD de Schulz, el herbicida glifosato ha sembrado cizaña entre ellos.  

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