• lunes, 02 de diciembre de 2024
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Blog / El espejo de la historia

El rescate a las eléctricas del que los socialistas no hablan

Por Javier Aliaga

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha afirmado recientemente “las empresas energéticas llevan del ronzal al PP y a la derecha mediática”. Sánchez parece haber olvidado que hace años los socialistas fueron artífices del rescate a las eléctricas. De aquello lo peor es que los consumidores lo pagamos en cada recibo.

Felipe González, Carlos Solchaga y Luis Carlos Croissier artífices de la parada nuclear y del rescate a las eléctricas.
Felipe González, Carlos Solchaga y Luis Carlos Croissier artífices de la parada nuclear y del rescate a las eléctricas.

El presidente Sánchez ha iniciado una campaña contra “los poderosos” y las grandes empresas intentando hacer ver que hay una conspiración contra su Gobierno. Al respecto de las energéticas, los socialistas son rehenes de su propia historia, pues si hay un partido político que ha tenido connivencia con ellas ha sido el PSOE. Habría que recordar que los socialistas rescataron a las empresas eléctricas en precariedad financiera. ¿Cómo se llegó a aquella situación?

En España a principios de los años 70, en el ocaso del franquismo, se vivió la fiebre de las nucleares. En concreto, Iberduero (con Hidrola formaría la actual Iberdrola) anunció un proyecto faraónico de implantación de cuatro centrales nucleares. Tres de ellas, con dos reactores –y posibilidad de ser ampliadas-, en la Costa del mar Cantábrico del País Vasco, en un radio de menos de 50 Km: Lemóniz (Lemoiz) cuyas obras se iniciaron, Oguella (Ispaster) y Deva (Deba). La cuarta, de un único reactor, en la Ribera de Navarra en el Soto de Vergara (Tudela).

Aquel plan provocó en el País Vasco la respuesta de un inusitado movimiento social antinuclear que fue cobrando gran apoyo, en parte por la desconfianza a una desconocida energía nuclear y en parte por el rechazo a un proyecto amparado por la dictadura. Varias asociaciones se agruparon en la denominada Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear que fue especialmente activa.

Fallecido el dictador, el debate sobre la central de Lemóniz se polarizó al entrar en el terreno de la política. Curiosamente en un principio, el PNV y la propia ETA eran partidarios de las centrales nucleares, porque además de que los impuestos se quedaban en las arcas forales, suponía la ansiada independencia energética del País Vasco.

Todo se radicalizó cuando ETA se sumó al movimiento antinuclear, su aportación no era otra que aterrorizar a la aterradora energía nuclear. La campaña de atentados contra instalaciones y oficinas de Iberduero fue brutal. El 3 de junio de 1977 explotó una bomba de ETA en los comedores de la central de Lemóniz, sin víctimas. A pesar de los controles, la banda hizo estallar una potente bomba el 17 de marzo de 1978 en un reactor que mató a dos operarios: Andrés Guerra y Alberto Negro. Al año siguiente, el 13 de junio otra bomba causó la muerte al operario Ángel Baños.  

Ante el acoso que estaba sufriendo Iberduero, los partidos políticos reclamaron hacer un referéndum en el País Vasco sobre la continuidad de Lemóniz, pero éste nunca se hizo. De las contingencias que se barajaron ni los más agoreros pronosticaron el drama que se viviría en Chernóbil en 1986, ni mucho menos el de Fukushima en 2011. De todos modos, con el grave accidente -fusión parcial de núcleo de un reactor- de la central de Three Mile Island (EEUU) la opinión popular cambió a posturas antinucleares.

El 29 de enero de 1981, ETA-m secuestró al ingeniero-jefe de Lemóniz José María Ryan, para lanzar un desalmado ultimátum exigiendo “la demolición de las obras de la central” en una semana. Días más tarde, sin que concluyera el plazo, fue encontrado el cuerpo sin vida de Ryan con una bala en la cabeza. Su sustituto, Ángel Pascual, al año siguiente, fue acribillado en presencia de su hijo.

En lo material los 300 sabotajes y atentados contra Iberduero supusieron 2.000 millones de pesetas. A pesar de que el socialista Txiki Benegas había declarado “Si se paraliza Lemóniz se habrá cedido al chantaje”, el primer Gobierno socialista de Felipe González (Carlos Solchaga ministro de Industria y Energía), redactó el Plan Energético Nacional (PEN) de 1983 en el que define la “Parada Nuclear” para “excluir hasta 1992 la puesta en marcha de cinco proyectos nucleares en construcción”,

Se sabía que Lemóniz no se abriría por la amenaza de ETA. Por tanto, sólo restaba fijar los tres restantes, que finalmente fueron: Trillo II (Guadalajara); y los dos grupos de Valdecaballeros (Badajoz) no por criterios técnicos, sino por deseo político del socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de la Junta de Extremadura.

En el aspecto financiero, si ya de por sí una central nuclear no alcanza su rentabilidad hasta varios años funcionando a pleno rendimiento, la parada nuclear supuso un serio problema financiero para 5 empresas eléctricas. Algo que ya contemplaba el PEN-1983 “el mecanismo adecuado para que la parada nuclear no afecte negativamente a las empresas eléctricas”.

Así que otro Ejecutivo de Felipe González (Luis Carlos Croissier ministro de Industria y Energía) en 1988 reconoció una deuda de 544.685,82 millones de pesetas (3.273,63 millones de euros) a las 5 eléctricas, BOE-A-1988-4778. Siendo la mayor parte para Iberduero 54,7%, el resto: Hidrola 21,8%, Sevillana 21,8%, Fenosa 1,4% y Endesa 0,3%.

Los miembros del Ejecutivo dieron con la solución del pago: como buenos socialistas, socializaron la deuda de las empresas eléctricas entre los consumidores. En un mercado intervenido se incrementó la tarifa del recibo y asunto resuelto. En definitiva, en concepto de la mal llamada Moratoria Nuclear, los españoles hemos pagado hasta 2015 un total de 5.717 millones de euros (según la CNMC); es decir 2.443,37 millones de euros de exceso -supuesta financiación- sobre la deuda reconocida en 1988.

Aquella operación fue un rescate en toda regla a las empresas eléctricas. El PSOE ha sido muy crítico con el Gobierno de Rajoy por haber rescatado a las entidades financieras, principalmente cajas de ahorro gestionadas por políticos. Ahora bien, la desmemoria del socialismo por su rescate al sector eléctrico es manifiesta.

Felipe González, Miguel Boyer, Jordi Sevilla, Luis Atienza, Elena Salgado, Pedro Solbes, Narcís Serra, Manuel Marín… ¿Qué tienen en común estos socialistas? Todos ellos accedieron al retiro dorado de sentarse en un sillón de los consejos de administración de las empresas energéticas, por mor de las puertas giratorias y en pago a los servicios prestados.

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