El autor reflexiona sobre el transfuguismo en el convulso panorama político desatado con la presentación de la moción de censura en la Comunidad Autónoma de Murcia.
- sábado, 14 de diciembre de 2024
- Actualizado 08:14
El autor reflexiona sobre el transfuguismo en el convulso panorama político desatado con la presentación de la moción de censura en la Comunidad Autónoma de Murcia.
Hay dos mecanismos, tan legítimos como democráticos, para el control de un gobierno, sea del Reino de España, sea de una comunidad autónoma o de un ayuntamiento: la moción de censura que parte de la oposición y la moción de confianza provocada por el mismo gobierno. En cualquiera de los dos casos, según el sentido de la votación, el gobierno puede caer.
Desde el año 78, en el Congreso de los Diputados, se han presentado 5 mociones de censura, sólo una de ellas ha sido aprobada -la de Pedro Sánchez contra Rajoy-. En Navarra tuvimos una, la presentada en 2013 por Bildu y Aralar-NaBai contra Yolanda Barcina que no salió adelante.
Lo inédito es que una moción de censura, la presentada en la Región de Murcia, haya provocado otras mociones: una en Castilla y León, dos en la Comunidad de Madrid y una en el Ayuntamiento de Murcia. Esta última ha prosperado, mientras que las otras han sido rechazadas –las de Madrid, dos añagazas jurídicas, han sido desactivadas por el TSJM-. Este tsunami político ha puesto de manifiesto que los políticos van a lo suyo. La ciudadanía y la profunda crisis económica-social provocada por la Covid-19 quedan al margen de sus intereses.
En la Asamblea Regional murciana ha aflorado la sempiterna trinchera política: los socialistas justifican la moción de censura en su cruzada contra la corrupción del PP -sin presunción de inocencia, ni causa jurídica abierta- y para explicar el fracaso han echado mano del mantra del transfuguismo; los populares, a su vez, acusan a Cs de haber roto el pacto de gobierno y de haber urdido otro con el PSOE en los sótanos de la Moncloa.
Se mire por donde se mire, de esta experiencia nadie puede sacar pecho. Ha sido un descrédito generalizado a la clase política. Todos han perdido. De cara a la ciudadanía el desengaño y el hartazgo son manifiestos. Si hubiese existido una moción de desconfianza a los partidos votada por el ciudadano de a pie, ésta habría prosperado ampliamente.
Adicionalmente, el revolcón de políticos contra políticos ha logrado precipitar la muerte anunciada de Cs. Queda el triste espectáculo de los tránsfugas que abandonan el barco: los más íntegros han entregado el acta; los menos dignos se han pasado al grupo mixto manteniendo su escaño.
A este respecto hay que aclarar que todos los partidos políticos han suscrito el Pacto Antitransfuguismo, que fue creado en 1998 y renovado varias veces. Es un modo de autoprotección de los partidos. Su segunda adenda define al tránsfuga como aquel que traiciona a “compañeros de lista y/o de grupo manteniendo estos últimos su lealtad con la formación política que los presentó”. ¿Es de aplicación al caso de la Comunidad de Murcia cuando el propio grupo ha sido desleal al pacto de gobierno?
La esencia del concepto de tránsfuga también podemos extraerla de la RAE, que lo define como alguien que cambia de ideología. Atendiendo a ello, encontramos que el panorama político está repleto de innumerables tránsfugas. Es notorio que el Pacto Antitransfuguismo deja de lado al votante; sin embargo, en los casos de tránsfuguismo subsiste un engaño y un fraude al electorado.
De cambio ideológico los navarros poco podemos escandalizarnos. Hace dos años tuvimos una fuerte dosis de inmunización, cuando evidenciamos hasta dónde llega la ambición de poder del PSN-PSOE para conseguir el sillón presidencial del Ejecutivo foral en el que se sienta Chivite.
Lo logró a base de mercadeo. Lo que levantó ampollas fue el pacto con los proetarras de EH Bildu. En pocos días el PSN pagó con la Alcaldía de Huarte en un ignominioso trueque que figura en los anales de la podredumbre política; un claro abandono de la línea tradicional del partido: una estafa al votante. Es decir, transfuguismo puro y duro, que para diferenciarlo del que hablan los políticos podemos calificarlo como ideológico.
Qué vamos a decir de Pedro Sánchez que logró la investidura pactando con todos los que había asegurado en campaña electoral que no lo haría. Engañó a electores propios y extraños. Y así ha continuado en esa deriva para mantenerse en la Moncloa y aprobar los presupuestos.
Sinceramente, los socialistas poco pueden quejarse del transfuguismo en la Asamblea Regional de Murcia, porque el actual PSOE está copado por tránsfugas ideológicos muy pertinaces.