Uno de los sobres contenía medio billete de 100 pesetas. Sí, sí, medio. Observé la cara de Manuel de Falla con su gesto serio, sus gafas a lo Lennon y su pajarita. 100 pesetas que, por cierto, daban de sí bastante más que sus sustitutos 60 céntimos de euro.
La otra mitad del billete se la quedó una buena amiga que, como las pesetas, pasó a mejor vida (no ella, sino nuestra amistad…). “Venga, vamos a dividirlo y lo gastaremos el próximo verano. Cuando nos juntemos, lo pegamos”, me comentó.
Era una chica de Bilbao a la que le faltaba media pala superior y le sobraba conversación, siempre llevaba coleta o moño y procuraba vestir de negro. Solía moverse de aquí para allá en una bici roja.
Di la vuelta a aquellas ’50 pesetas’ y me fijé en un número de teléfono, en su número de teléfono. Tras leerlo un par de veces puse delante el prefijo 94 y, así, a lo loco, cogí mi móvil y marqué los dígitos. Tres tonos después escuché una voz recia.
-Ha llamado a Talleres Arrasate. Si desea cambiar de coche, pulse 1. Si piensa revisar su vehículo, pulse 2. Si quiere hablar con el almacén, pulse 3.
Sonreí y colgué. Y metí el medio billete en el sobre. Y el sobre en la caja. Y la caja en el armario. Y aquel recuerdo desapareció, supongo, hasta que dentro de otros veinticinco años me dé por abrir aquella caja de puros llena de inutilidades.
Ideación de ‘Billete’
Me han dejado un libro que contenía, a modo de marcapáginas, medio billete de 100 pesetas. Su dueño me ha explicado la procedencia de esas ’50 pesetas’.
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