El comisario Varela contaba con una hoja de servicios que sus colegas querrían tener…
El comisario Varela contaba con una hoja de servicios que sus colegas querrían tener…
Era un ejemplo dentro del cuerpo e incluso servía de patrón en las clases de aprendizaje para los novatos y los no tan novatos.
De puertas hacia afuera era un tipo serio, amante del mus, el Jack Daniel's, el tiro con arco y la lectura de novelas negras. En la comisaría se le reverenciaba con motivo; si un caso llegaba a sus manos, aunque fuera denominado en los pasillos como un ‘crimen perfecto’, el asunto acababa resuelto.
A Varela le quedaba un semestre para jubilarse y le llegó el que consideró como el epílogo de su vida laboral: una muerte en una calle oscura, sin cámaras de vigilancia y a la hora en la que la mala gente se adueña de la noche. Ni una huella. Ni un testigo. Ni una pista.
No resultaba fácil el caso a pesar de los interrogatorios, las investigaciones. Este comisario tenía la sensación de que una carrera impecable iba a finalizar mal. Se angustiaba, habló con compañeros ya jubilados, con abogados, con criminólogos e incluso se le ocurrió el disparate de recurrir a algún novelista buscando una dosis de luz. Nada.
Aquel semestre se convirtió en trimestre, en mes, en semana y llegó el día de abandonar medio siglo dedicado en cuerpo y alma a resolver asuntos que acaban en los periódicos y en las barras de los bares.
La tarde que firmaba su jubilación, justo antes de hacerlo, dejó una carta en su taquilla con un escueto ‘Fui yo’ y se pegó un tiro en el entrecejo. Todo por dejar el caso resuelto. Todo por no emborronar su trayectoria intachable. Y se fue a la tumba con un interrogante eterno.
Ideación de ‘Trayectoria intachable’
He empezado a leer novelas negras con la intención de aficionarme. Vamos a ver…
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