"Mi tierra es inefable": el amor por Navarra que trasciende la distancia y el tiempo.

No hay más que alejarse un poco.
Advertir desde el avión las infinitas tonalidades verdes que los campos navarros presentan; otear en el horizonte las nevadas montañas; sentir, nuevamente, la prenda de abrigo en tu cuerpo, mientras el frío resbala por mi rostro, año tras año, más y más canario.
Cuando tomas perspectiva de las cosas y, aún más, de los lugares y las personas, no haces sino acentuar la contemplación de los mismos de una manera, digamos, más objetiva.
Y eso es lo que me ocurre cuando vuelvo a mi hogar, a mi tierra.
Tenemos una tierra maravillosa. Ustedes lo saben, ¿verdad?
No seré yo quien les diga que atesoramos unos paisajes que da la sensación de que se inflaman por su belleza.
Que la ciudad se hace cada año más grande y que, igualmente, está más bonita y lucida.
Que no hay sino echarse a la calle y dejarse caer en los brazos de los bares y restaurantes para darnos cuenta de que, cada vez, las elaboraciones gastronómicas son más exquisitas y, por ende, sus sabores más excelentes.
¡Qué bien se come en Navarra!
Y apreciar el cuidado de las cosas: de sus jardines, de sus calles, de las aceras y edificios.
¡Ya les apunté que iba a ser objetivo!
Ay, es que amo a mi tierra como siento que ella me ama a mí.
Les invito a que sigan cuidando esta bendita tierra como lo están haciendo.
Y así, humildes poetas como yo, seguiremos ensalzándola desde la distancia.
Porque Navarra es y seguirá siendo una tierra infinita e inefable.