“En el mismo corazón de la capital navarra encontramos numerosas imperfecciones tanto en el pavimento como en las aceras. Adoquines levantados a consecuencia, bien sea del tránsito de gente o de furgonetas, socavones o baldosas rotas…”

Llegaron de San Pedro del Romeral.
Es una de las tres villas pasiegas que, junto a Vega de Pas y San Roque de Riomiera, conforman uno de los enclaves más maravillosos y singulares que uno pueda encontrar no solo en la comunidad autónoma de Cantabria a la que pertenece, sino —me atrevería a apuntar—, en toda España.
Se llamaban José Gómez y Josefa Martínez y llegaron a Pamplona desde este mencionado municipio cántabro a finales del siglo XIX.
Se instalaron en la calle del Carmen en cuya trasera, hoy conocida como la calle Barquilleros, elaboraron barquillos y helados que fueron vendiendo por las distintas calles de la ciudad.
Me puedo imaginar cómo se encontraba la urbe en aquel momento.
Si llovía, porque llovía, y si hacía sol, porque hacía sol.
Pero poco, o muy poco, ha debido de evolucionar nuestra amada Pamplona cuando advierto que, principalmente por esa zona, los vecinos se quejan de la falta de cuidado que dispensa el ayuntamiento a sus vías más singulares.
En el mismo corazón de la capital navarra encontramos numerosas imperfecciones tanto en el pavimento como en las aceras.
Adoquines levantados a consecuencia, bien sea del tránsito de gente o de furgonetas, socavones o baldosas rotas hacen que el escenario de una de las arterias más distinguidas del corazón de la ciudad requiera del cardiólogo municipal para que no muera por desidia.
Las heladas en invierno generan grietas en las aceras que nadie subsana o, ni tan siquiera, se detiene a ver.
Recordemos a quien corresponda que en este punto de la ciudad residen numerosos vecinos de la tercera edad que se las ven y se las desean no solo con las imperfecciones mencionadas nacidas a raíz de la meteorología y sin una preocupación por su mantenimiento sino, igualmente, por los innumerables socavones que generan y generarán, si no se remiendan, más caídas y accidentes.
Me contaban que la semana pasada en esta zona se sumaba a este despropósito la entrada ilegal a una vivienda de unos maleantes mediante una patada en la puerta.
Cuando José Gómez y Josefa Martínez llegaron de San Pedro del Romeral, provenientes de los verdes prados y las altas montañas pasiegas, estoy convencido de que nunca pensaron en tener una calle con el nombre del oficio que desempeñaron.
Pero más convencido estoy de que no darían crédito alguno a que en el mismo escenario donde hace más de un siglo los niños jugaban y disfrutaban de dulces y barquillos, hoy se encuentre abandonado de la mano de un ayuntamiento que, por cierto, se erige a dos calles de esta zona.
El alcalde, perfectamente conocedor de la historia de estas calles, sabrá preocuparse de que no se cree una paralela por el descuido de su mantenimiento.