- sábado, 19 de abril de 2025
- Actualizado 15:06
Si el corazón hablase
y dijese lo que siente,
hablaría tan alto y tan fuerte
que agacharíamos la cabeza,
nos perderíamos en el silencio…
Y de pena,
llegaría su muerte.
No soy duro al decirlo
sino realista y certero
pues queriéndole, le hablo;
y sin quererlo, muero.
Palabras graves he dicho a la fuerza
que mi cuerpo temblando no pudo tener la lengua.
Mas es cierto lo que digo…
tan cierto como el mar con sus olas;
como el día con su noche;
como personas tristes y solas.
¡Oh, corazón, si me contases
tus penares y tristezas,
y me las susurrases al oído!
Yo, para que no te inquietases,
las enterraría en el olvido.
Y os las contaría, sí.
Siempre que no fuese secreto.
Y en voz baja,
-tembloroso y sin aliento-,
aturdido os las diría
para que vieseis que no miento.
Pero esto no ha ocurrido
y por eso, no comento.
¿Acaso no es más grave
la carta de amor de un preso?
¿Acaso no está la nieve
siempre unida al invierno?
Acaso, y sólo acaso, el corazón
navegar no puede en sus lágrimas
y perderse en su recuerdo….
Sigue ahí,
-corazón-.
Tú, reloj de la vida;
Tú, que entre cables vas unido;
Tú, que de rojo brillante estás hecho;
Tú, que si te pierdo, perezco.
No, no te puedo decir adiós
porque diciendo lo que pienso,
sólo lo puedo insinuarte…
que ya te estoy echando de menos.