• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Maristas, la nostalgia de un patio de colegio en Pamplona

Por Pablo Sabalza

El pasado es un prólogo. (William Shakespeare).

Edificio del antiguo colegio Santa María la Real 'Maristas' en la Avenida de Galicia de Pamplona.

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Si todo transcurre como es debido a finales del mes de junio o principios de julio, entre San Juan y San Fermín, seré papá por primera vez. Aún no sabemos si será un niño o una niña, aunque sí está decidido que nazca en Las Palmas de Gran Canaria.

Mi corazón, pese a llevar casi dos décadas residiendo en el archipiélago canario, oye aún muy bien el agua que discurre por el río Aragón a su paso por Sangüesa; y las voces y acentos de mis familiares y amigos; y el silencio y la calma de ciertas calles y barrios de Pamplona en su invierno más melancólico.

Tiempo tendré, o eso espero al menos, de coger la mano de mi futuro retoño y pasear por esa tierra que me vio nacer y hacerme adolescente. Mostrarle las plazas que dan nombre a un castillo, a una cruz, a unos fueros, a unas merindades, a unos burgos…

Y contarle de dónde proceden sus nombres.

Atravesaremos una parte de las murallas de Pamplona montados en un caballo blanco; en la plaza del ayuntamiento encenderá el cohete de la ilusión por vivir los sanfermines; y jugaremos al escondite para encontrar, quién sabe, la otra medialuna.

Le diré qué significa Osasuna para los navarros.

Cuando ya tenga la edad que convenga probará el ajoarriero, las pochas de Sangüesa, el estofado de rabo de toro, la chistorrica y el queso de Roncal.

Cantaremos la Chanson de Roland y conocerá el sepulcro de un rey que fue un gigante conocido como ‘el fuerte’.

Visitaremos selvas y desiertos y palacios y castillos.

Caminaremos por senderos que conducen a Santiago y advertiremos que los paisajes son tesoros a nuestro alcance.

Sabrá lo que es llover como nunca lo hace en Canarias y verá la nieve cubrir los coches y los campos.

Y, ya por último, le acompañaré a la avenida Galicia.

Me preguntará qué hacemos aquí delante todas esas viviendas.

Y, simplemente, le responderé que todos esos edificios se erigen en el patio donde ayer estaba mi colegio.

Allí donde jugué, reí, lloré y aprendí.

Regresaremos a casa.

Me preguntará por qué estoy tan callado y, simplemente, le recitaré unos versos…

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

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Maristas, la nostalgia de un patio de colegio en Pamplona