• martes, 18 de junio de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Osasuna o... ¡Qué bello es vivir!

Por Pablo Sabalza

“Curioso, ¿eh? La vida de cada hombre afecta a muchas vidas y cuando él no está deja un terrible hueco, ¿no crees?”

Es la noche. 

Las estrellas titilan y un hilo de luna posa en el cielo.

En mi memoria una película visualizada recientemente y titulada El primer día de mi vida. Versa sobre la posibilidad de cambiar tu vida pasada. 

Un filme similar al clásico, ¡Qué bello es vivir!, protagonizada por el bueno de James Stewart o, como dirían antiguamente, James Esteban, que no es lo mismo, pero es igual.

Está película, convertida en emisión tradicional en la televisión durante las navidades, nos cuenta la vida de un hombre que ha renunciado a sus sueños por ayudar a los demás en su compromiso de responsabilidad, generosidad y altruismo. Es por esta razón que decide suicidarse en Nochebuena apareciendo un ángel de la guarda y mostrándole lo que sería la vida en su pueblo sin él y, por ende, de todas las personas y familias a las que ha ayudado.

Y mientras disfrutaba de la película, El primer día de mi vida, del director italiano, Paolo Genovese, y evocaba así el clásico navideño por antonomasia, ¡Qué bello es vivir!, llegaba a mi memoria como una fragancia, Osasuna.

Pensaba cómo sería la vida de gran parte de la población Navarra si nuestro equipo no existiese.

Supongo que los domingos se convertirían en monotonía de lluvia tras los cristales. 

La peregrinación de amistades, familias y aficionados rumbo a nuestro nuevo estadio sería como voces henchidas de silencio en un día festivo. Similar a soñar con sonrisas floridas y plácidas que no tienen una razón.

Nada de color rojo vestiría las calles de nuestros pueblos y ciudades. 

Budimir nos sonaría a producto de farmacia (tómate dos budimir antes de acostarte); Sergio Herrera a un antiguo compañero de colegio y  no seríamos capaces de decir o recordar Sabalza sino Zabalza.

Advertiríamos, los poetas (me aventuro), que en la conversación diaria faltaría algo, esa comunicación sembrada y florecida próxima a la pasión y al enamoramiento.

El cántico ‘Osasuna nunca se rinde’ nos evocaría a palabras de estímulo previas a alguna batalla del medievo.

El Sadar, “solamente”, sería un río. Osasuna una palabra más.

El escudo del club se transformaría en otro más que se presenta, ceniciento y olvidado, sobre la puerta de entrada de alguna estancia señorial.

¿No se dan cuenta?

Osasuna forma parte de nuestra vida. De no existir Osasuna, tendríamos que inventarlo.

Familias enteras se reúnen en torno a nuestro club. 

Aquellos que no son próximos al fútbol perciben a nuestro equipo con un sentido de pertenencia. Como quien no ha estado nunca en Petilla de Aragón, pero saben que es suya, que es su tierra, que es Navarra, carajo.

Está en el aire…como el recuerdo de un viejo idilio o el olor a pan de las mañanas.

Se va Jagoba y lloramos. Se jubila un trabajador del club y nos emocionamos. Fallece un aficionado y lo sentimos como si fuese alguien cercano.

¡Qué bello es vivir!, ¿verdad? 

Es, cómo les diría…es una explosión gozosa.

La delicia de saborear un fruto perfecto desprendido de su rama.

Para así regresar a nuestros ojos y admirar que las calles se visten de rojo; que en las conversaciones aflora un sentimiento compartido; que hay un escudo y un cántico que no es del medievo; que Budimir mete goles y Sergio Herrera los detiene; que los aficionados y las familias se quedan afónicas animando a su equipo; que tras los cristales hay un rayito de sol cubierto de algarabía…

Y que Osasuna existe porque todos y cada uno de nosotros le inyectamos vida cada día.

Es la noche.

Las estrellas continúan titilando y sigue posando un hilo de luna en el cielo.

Mañana amanecerá un nuevo día…quizás, nuevamente, lo aproveche para convertirlo en el primer día de mi vida.

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Osasuna o... ¡Qué bello es vivir!